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CAPÍTULO XIV.

fuego, lo estorbó una maravillosa vision (que tal parecia ella) que improvisamente se les ofreció á los ojos, y fué, que por cima de la peña donde se cavaba la sepultura, pareció la pastora Marcela, tan hermosa, que pasaba á su fama su hermosura. Los que hasta entonces no la habian visto, la miraban con admiracion y silencio, y los que ya estaban acostumbrados á verla, no quedaron menos suspensos que los que nunca la habian visto. Mas apenas la hubo visto Ambrosio, cuando con muestras de ánimo indignado le dijo:—¿Vienes á ver por ventura, ó fiero basilisco destas montañas, si con tu presencia vierten sangre las heridas deste miserable, á quien tu crueldad quitó la vida, ó vienes á ufanarte en las crueles hazañas de tu condicion, ó á ver desde esa altura, como otro despiadado Nero el incendio de su abrasada Roma, ó á pisar arrogante este desdichado cadáver, como la ingrata hija al de su padre Tarquino[1]? Dinos presto á lo que vienes, ó qué es aquello de que mas gustas, que, por saber yo que los pensamientos de Grisóstomo jamas dejaron de obedecerte en vida, haré que aun él muerto, te obedezcan los de todos aquellos que se llamaron sus amigos.—No vengo, ó Ambrosio, á ninguna cosa de las que has dicho, respondió Marcela, sino á volver por mí misma, y á dar á entender, cuán fuera de razon van todos aquellos que de sus penas y de la muerte de Grisóstomo me culpan: y así ruego á todos los que aquí estais, me esteis atentos, que no será menester mucho tiempo, ni gastar muchas palabras para persuadir una verdad á los discretos.

Hízome el cielo, segun vosotros decis, hermosa, y de tal manera, que sin ser poderosos á otra cosa, á que me ameis os mueve mi hermosura, y por el amor que me mostrais, decis y aun quereis que esté yo obligada á amaros. Yo conozco con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que por razon de ser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso á amar á quien le ama: y mas, que podria acontecer, que el amador de lo hermoso fuese feo, y siendo lo feo digno de ser aborrecido, cae muy mal el decir, quiérote por hermosa, hasme de amar aunque sea feo. Pero puesto caso que corran igualmente las hermosuras, no por eso han de correr iguales los deseos: que no todas hermosuras enamoran, que algunas alegran la vista y no rinden la voluntad; que si todas las bellezas enamorasen y rin-
  1. Debe decir: Servio Tulio, que fué padre de Tulia, y no Tarquino, que fué marido. (Tit. Liv. lib. I cap. 46.) Este mas parece descuido del autor, que yerro de la imprenta, ocasionado acaso de la falta de libros que tendria en la cárcel.