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DON QUIJOTE.
nester dar una traza que importe, se les yelan las migas entre la boca y la mano, y no saben cual es su mano derecha. Quisiera pasar adelante, y dar las razones porque convenia hacer eleccion de los que en la república habian de tener tan necesario oficio; pero no es el lugar acomodado para ello, algun dia lo diré á quien lo pueda proveer y remediar: solo digo que la pena que me ha causado ver estas blancas canas, y este rostro venerable en tanta fatiga por alcahuete, me la ha quitado el adjunto de ser hechicero, aunque bien sé que no hay hechizos en el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples piensan, que es libre nuestro albedrío, y no hay yerba ni encanto que le fuerce: lo que suelen hacer algunas mugercillas simples y algunos embusteros bellacos, es algunas misturas y venenos con que vuelven locos á los hombres, dando á entender que tienen fuerza para hacer querer bien, siendo como digo, cosa imposible forzar la voluntad.—Así es, dijo el buen viejo, y en verdad, señor, que en lo de hechicero que no tuve culpa, en lo de alcahuete no lo puedo negar; pero nunca pensé que hacia mal en ello, que toda mi intencion era, que todo el mundo se holgase, y viviese en paz y quietud sin pendencias ni penas; pero no me aprovechó nada este buen deseo para dejar de ir á donde no espero volver, segun me cargan los años y un mal de orina que llevo, que no me deja reposar un rato: y aquí tornó á su llanto como de primero, y túvole Sancho tanta compasion, que sacó un real de á cuatro del seno y se lo dió de limosna. Pasó adelante Don Quijote, y preguntó á otro su delito, el cual respondió con no menos, sino con mucha mas gallardía que el pasado:—Yo voy aquí porque me burlé demasiadamente con dos primas hermanas mias, y con otras dos hermanas que no lo eran mias: finalmente, tanto me burlé con todas, que resultó de la burla crecer la parentela tan intrincadamente, que no hay sumista que la declare: probóseme todo, faltó favor, no tuve dineros, víme á pique de perder los tragaderos, sentenciáronme á galeras por seis años: consentí, castigo es de mi culpa; mozo soy, dure la vida, que con ella todo se alcanza. Si vuestra merced, señor caballero, lleva alguna cosa con que socorrer á estos pobretes, Dios se lo pagará en el cielo, y nosotros tendremos en la tierra cuidado de rogar á Dios en nuestras oraciones por la vida y salud de vuestra merced, que sea tan larga y tan buena como su buena presencia merece. Este iba en hábito de estudiante, y dijo una de las guardas, que era muy grande hablador y muy gentil latino. Tras todos es-