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DON QUIJOTE.
inserto, dijo Don Quijote; y seria bueno ya que no hay papel, que la escribiésemos como hacian los antiguos, en hojas de árboles, ó en unas tablitas de cera, aunque tan dificultoso será hallarse eso ahora como el papel. Mas ya me ha venido á la memoria, donde será bien y aun mas que bien escribilla, que es en el librillo de memoria que fué de Cardenio, y tú tendrás cuidado de hacerla trasladar en papel de buena letra, en el primer lugar que hallares donde haya maestro de escuela de muchachos, ó si no, cualquiera sacristan te la trasladará: y no se la des á trasladar á ningun escribano, que hacen letra procesada que no la entenderá Satanas.—Pues qué se ha de hacer de la firma? dijo Sancho.—Nunca las cartas de Amadis se firman, respondió Don Quijote.—Está bien, respondió Sancho; pero la libranza forzosamente se ha de firmar, y esa si se traslada, dirán que la firma es falsa, y quedaréme sin pollinos.—La libranza irá en el mesmo librillo firmada, que en viéndola mi sobrina, no pondrá dificultad en cumplilla, y en lo que toca á la carta de amores, pondrás por firma: Vuestro hasta la muerte, el caballero de la Triste Figura. Y hará poco al caso que vaya de mano agena, porque á lo que yo me sé acordar, Dulcinea no sabe escribir ni leer, y en toda su vida no ha visto letra mia, ni carta mia, porque mis amores y los suyos han sido siempre platónicos, sin estenderse á mas que á un honesto mirar, y aun esto tan de cuando en cuando, que osaré jurar con verdad que en doce años que ha que la quiero mas que á la lumbre destos ojos que han de comer la tierra, no la he visto cuatro veces, y aun podrá ser que destas cuatro veces no hubiese ella echado de ver la una que la miraba: tal es el recato y encerramiento con que sus padres Lorenzo Corchuelo y su madre Aldonza Nogales la han criado.—Ta, ta, dijo Sancho, ¿qué la hija de Lorenzo Corhuelo es la señora Dulcinea del Toboso, llamada por otro nombre Aldonza Lorenzo?—Esa es, dijo Don Quijote, y es la que merece ser señora de todo el universo.—Bien la conozco, dijo Sancho, y sé decir que tira tan bien una barra como el mas forzudo zagal de todo el pueblo: vive el dador, que es moza de chapa, hecha y derecha, y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo á cualquier caballero andante, ó por andar que la tuviere por señora. ¡Oh hi de puta, qué rejo que tiene, y qué voz! Sé decir que se puso un dia encima del campanario del aldea á llamar unos zagales suyos que andaban en un barbecho de su padre, y aunque estaban de allí mas de media legua, así la oyeron como si estuvie-