libertad, su parentela le estaba ajenciando á toda costa su rescate por el rumbo corriente. Apurados ya todos sus recursos en 1577 para aprontar el contingente por el primogénito, sacaron en Madrid una certificacion de los alcaldes de corte, con fecha de 17 de Marzo de 1578, con presencia de varios testigos que acreditaban los servicios eminentes de Cervantes en las campañas de oriente, y el sumo desamparo de la familia para rescatarlo. A este documento, que se comunicó al rey, acompañó el duque de Sesa, ex-virey de Sicilia, una especie de abono en que recomendaba eficazmente su soldado antiguo á la dignacion del monarca.
El fallecimiento del padre de Cervantes atajó estos pasos y angustió á la desconsolada familia con amargos quebrantos. El año siguiente dispuso Felipe II enviar á Argel comisarios redentores. Lo era por la corona de Castilla el P. Fr. Juan Gil, procurador general de la órden de la Trinidad, agregándole otro fraile de la misma órden, llamado Fray Antonio de la Bella. Presentáronse á estos religiosos, el 31 de Julio de 1579, Doña Leonor de Cortinas y su hija Doña Andrea de Cervantes, llevándoles trescientos ducados para ayuda del rescate de Miguel de Cervantes, su hijo y hermano; los doscientos y cincuenta por la desventurada viuda, y cincuenta por la pobre hija.
Pusiéronse en camino los redentores y aportaron en Argel el 29 de Mayo de 1580. Entablaron desde luego sus diligencias; pero se atravesaron tropiezos de mayor cuantía, que fueron dilatando el rescate de Cervantes. Su amo el dey pedia mil escudos á fin de duplicar el desembolso de su costo, amagando con que sí sobre la marcha no se le completaba aquella suma, su esclavo iria á parar á Constantinopla; pues con efecto tenia ya sucesor con firman del Gran Señor, y Hasan-Agá, en vísperas de llevarse todos sus haberes, tenia ya á Cervantes aherrojado en una de sus galeras. Compadecido el P. Juan Gil, y temeroso de que cautivo tan benemérito malograse para siempre la coyuntura de su redencion, echó el resto de sus instancias y plegarias, y logró su rescate por quinientos escudos de España en oro. Para redondear la cantidad hubo que acudir al préstamo de varios mercaderes europeos, y tomar una porcion cuantiosa del caudal de la redencion. En fin, despues de dar todavia nueve doblas á los oficiales de la galera donde habia de remar, quedó Cervantes en tierra el 19 de Septiembre de 1580, en el mismo instante de estar Hasan-Agá dando la vela para Constantinopla. Así se conservó Cervantes para su patria y para el orbe entero.
Utilizó ante todo su libertad para desagraviarse auténtica y esclarecidamente de las calumnias recien fraguadas contra su pundonor. Su delator villano, el fraile Juan Blanco de Paz, que se fingia comisario del santo oficio, al resguardo del encierro estrecho de Cervantes, le achacó el destierro del renegado Giron y el malogro de la última tentativa. Puesto Cervantes en franquía, requirió al P. Juan Gil para que se formalizase una informacion; y con efecto el notario apostólico Pedro de Ribera fué recibiendo las declaraciones de once hidalgos españoles, los mas visibles de todos los cautivos, en contestacion á veinte y cinco preguntas que se les presentaron estendidas. Esta informacion, en que por ápices se va desmenuzando todo el pormenor del cautiverio de Cervantes, retrata muy al vivo su ingenio, su índole, sus costumbres puras, y aquel afan por el alivio de los desventurados que lo bienquistó con la generalidad, y citaremos en particular el testimonio de Don Diego de Benavides. Habiéndose informado, dice, á su llegada á Argel de quiénes eran los principales cautivos cristianos, le encabezaron la reseña con Cervantes por pundonoroso, acaballerado, irreprensible, de escelente índole y apreciado de los demas hidalgos. Apeteció Benavides su intimidad, y se correspondieron entrañablemente, haciéndole veces Cervantes de padre y madre. El carmelita Fray Feliciano Enriquez declara igualmente que reconocida la falsedad de un cargo calumnioso inventado contra Cervantes, se habia amistado con él, al par de los demas cautivos que estaban envidiando su conducta noble, cristiana, honrada y virtuosa; y en fin, el alférez Luis de Pedrosa declara que de todos los hidalgos residentes en Argel, ninguno ha visto mas esmerado en favorecer á los demas cautivos, ni mas pundonoroso que Cervantes; que es agraciado para todo, yéndole pocos á los alcances en ingenio, advertencia y cordura.
¿Será de estrañar, repasando los peregrinos acontecimientos de aquel cautiverio, que Cervantes los tuviera tan clavados en la memoria, tomando sus propias aventuras por tema de sus dramas y novelas, y que en casi todas sus obras haya estado aludiendo á puntos que no se entendian hasta que se ha logrado historiar despejadamente su vida? Tampoco se le trascordó el medio por donde consiguió su rescate, y su agradecimiento le fué apuntando en la novela de la Española Inglesa las alabanzas debidas á los padres de la Redencion. Pertrechado con la informacion actuada, por el notario Pedro de Ribera, y las certificaciones particulares del P. Juan Gil, dió la vela á fines de Octubre de 1580, y vino en fin á disfrutar, según su espresion, uno de los mayores júbilos que cabe lograr en el mundo, que