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CAPÍTULO XXIX.
sen con él á su aldea, donde se podrian reparar de las cosas que les faltaban, y que allí se daria órden como buscar á Don Fernando, ó como llevar á Dorotea á sus padres, ó hacer lo que mas les pareciese conveniente. Cardenio y Dorotea se lo agradecieron, y acetaron la merced que se les ofrecia. El barbero, que á todo habia estado suspenso y callado, hizo tambien su buena plática, y se ofreció con no menos voluntad que el cura á todo aquello que fuese bueno para servirles: contó asimesmo con brevedad la causa que allí los habia traido, con la estrañeza de la locura de Don Quijote, y como aguardaban á su escudero que habia ido á buscalle. Vínosele á la memoria á Cardenio, como por sueños, la pendencia que con Don Quijote habia tenido, y contóla á los demas, mas no supo decir por qué causa fué su cuestion. En esto oyeron voces, y conocieron que el que las daba era Sancho Panza, que por no haberlos hallado en el lugar donde los dejó, los llamaba á voces: saliéronle al encuentro, y preguntándole por Don Quijote, les dijo como le habia hallado desnudo en camisa, flaco, amarillo y muerto de hambre, y suspirando por su señora Dulcinea: y que puesto que le habia dicho que ella le mandaba que saliese de aquel lugar, y se fuese al del Toboso donde le quedaba esperando, habia respondido que estaba determinado de no parecer ante su fermosura, fasta que hobiese fecho fazañas que le ficiesen digno de su gracia, y que si aquello pasaba adelante, corria peligro no venir á ser emperador como estaba obligado, ni aun arzobispo, que era lo menos que podia ser: por eso, que mirasen lo que se habia de hacer para sacarle de allí. El licenciado le respondió que no tuviese pena, que ellos le sacarian de allí mal que le pesase. Contó luego á Cardenio y á Dorotea lo que tenian pensado para remedio de Don Quijote, á lo menos para llevarle á su casa: á lo cual dijo Dorotea que ella haria la doncella menesterosa mejor que el barbero, y mas que tenia allí vestidos con que hacerlo al natural, y que la dejasen el cargo de saber representar todo aquello que fuese menester para llevar adelante su intento, porque ella habia leido muchos libros de caballerías, y sabia bien el estilo que tenian las doncellas cuitadas, cuando pedian sus dones á los andantes caballeros. Pues no es menester mas, dijo el cura, sino que luego se ponga por obra, que sin duda la buena suerte se muestra en favor mio, pues tan sin pensarlo, á vosotros, señores, se os ha comenzado á abrir puerta para vuestro remedio, y á nosotros se nos ha facilitado la que habiamos menester. Sacó Dorotea luego de su almohada una saya en-