muy fácilmente, porque yo sacaré de adahala[1], antes de entrar en la batalla, que saliendo vencedor della, ya que no me case, me han de dar una parte del reino para que la pueda dar á quien yo quisiere, y en dándomela ¿á quién quieres tú que la dé sino á tí? —Eso está claro, respondió Sancho; pero mire vuestra merced que la escoja ácia la marina, porque si no me contentare la vivienda, pueda embarcar mis negros vasallos, y hacer dellos lo que ya he dicho: y vuestra merced no se cure de ir por agora á ver á mi señora Dulcinea, sino váyase á matar al gigante, y concluyamos este negocio, que por Dios que se me asienta que ha de ser de mucha honra y de mucho provecho. —Dígote, Sancho, dijo Don Quijote, que estás en lo cierto, y que habré de tomar tu consejo en cuanto el ir antes con la princesa, que á ver á Dulcinea: y avísote que no digas nada á nadie, ni á los que con nosotros vienen, de lo que aquí hemos departido y tratado, que pues Dulcinea es tan recatada, que no quiere que se sepan sus pensamientos, no será bien que yo ni otro por mí los descubra. —¿Pues si eso es así, dijo Sancho, cómo hace vuestra merced que todos los que vence por su brazo se vayan á presentar ante mi señora Dulcinea, siendo esto firma de su nombre que la quiere bien, y que es su enamorado? Y siendo forzoso que los que fuesen se han de ir á hincar de finojos ante su presencia, y decir que van de parte de vuestra merced á dalle la obediencia, ¿cómo se pueden encubrir los pensamientos de en- trambos? —¡Ó qué necio y qué simple que eres! dijo Don Quijote, tú no ves, Sancho, que eso todo redunda en su mayor ensalzamiento? Porque has de saber, que en este nuestro estilo de caballería es gran honra tener una dama muchos caballeros andantes que la sirvan, sin que se estiendan mas sus pensamientos que á servilla por solo ser ella quien es, sin esperar otro premio de sus muchos y buenos deseos, sino que ella se contente de acetarlos por sus caballeros. —Con esa manera de amor, dijo Sancho, he oido yo predicar que se ha de amar á nuestro Señor por sí solo, sin que nos mueva esperanza de gloria, ó temor de pena, aunque yo le querria amar y servir por lo que pudiese.—¡Válate el diablo por villano! dijo Don Quijote, y qué de discreciones dices á las veces! No parece sino que has estudiado. —Pues á fe mia que no sé leer, respondió Sancho.
En esto les dio voces maese Nicolás que esperasen un poco, que
- ↑ Así se decia antiguamente: ahora adehala: viene del árabe ade halel, que significa lícita estipulacion.