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DON QUIJOTE.

CAPÍTULO XXXIII.

Donde se cuenta la novela del Curioso Impertinente.


E

n Florencia, ciudad rica y famosa de Italia, en la provincia que llaman Toscana, vivian Anselmo y Lotario, dos caballeros ricos y principales, y tan amigos, que por escelencia y antonomasia, de todos los que los conocian, los dos amigos eran llamados: eran solteros, mozos de una misma edad y de unas mismas costumbres, todo lo cual era bastante causa á que los dos con recíproca amistad se correspondiesen: bien es verdad que el Anselmo era algo mas inclinado á los pasatiempos amorosos que el Lotario, al cual llevaban tras sí los de la caza; pero cuando se ofrecia, dejaba Anselmo de acudir á sus gustos por seguir los de Lotario, y Lotario dejaba los suyos por acudir á los de Anselmo, y desta manera andaban tan á una sus voluntades, que no habia concertado relox que así lo anduviese. Andaba Anselmo perdido de amores de una doncella principal y hermosa de la misma ciudad, hija de tan buenos padres y tan buena ella por sí, que se determinó (con el parecer de su amigo Lotario, sin el cual ninguna cosa hacia) de pedilla por esposa á sus padres, y así lo puso en ejecucion, y el que llevó la embajada fué Lotario, y el que concluyó el negocio tan á gusto de su amigo, que en breve tiempo se vió puesto en la posesion que deseaba, y Camila tan contenta de haber alcanzado á Anselmo por esposo, que no cesaba de dar gracias al cielo y á Lotario, por cuyo medio tanto bien le habia venido. Los primeros dias, como todos los de boda, suelen ser alegres, continúo Lotario, como solia, la casa de su amigo Anselmo, procurando honralle, festejalle y regocijalle con todo aquello que á él le fué posible; pero acabadas las bodas, y sosegada ya la frecuencia de las visitas y parabienes, comenzó Lotario á descuidarse con cuidado de las idas en casa de Anselmo, por parecerle á él, como es razon que parezca á todos los que fueren discretos, que no se han de vi-