ba dedicando á habilitar el equipage y prendas de un tal Don Pedro de Toledo Osorio, marques de Villafranca, recien vuelto de la espedicion de Argel; y se hallan, en aquellas cuentas caseras, que están demostrando los apuros de la familia, apuntes y notas de mano del mismo Cervantes. Quedó corriente con el tribunal de cuentas, ya satisfaciendo, ya acreditando su pago anterior, pues cesaron los apremios y le dejaron ya toda la vida en paz por aquella parte. Requeria el concepto de Cervantes tan menudos pormenores, y si ademas hubiera que demostrar cuán intacto quedó su pundonor, bastaria la jovialidad con que él mismo anda mencionando tan repetidos encarcelamientos. Fuera en efecto desvergüenza, habiéndolos ocasionado alguna bastardía, y sus émulos, sus contrarios y zaheridores de toda calaña, que hasta le motejaron su manquedad, no se hubieran descuidado en tildarle por otro rumbo mucho mas amargo que el del amor propio de escritor.
Queda aquí un gran claro por historiar en la vida de Cervantes. Nada consta, desde 1598, cuando escribió en Sevilla el soneto sobre el túmulo de Felipe II, hasta 1603, que se incorporó con la corte en Valladolid, y en aquel intermedio de cinco años fué sin embargo cuando ideó, empezó y concluyó casi la primera parte del Quijote. Concuerdan varias probabilidades para suponer que dejó á Sevilla por 1599, y que se avecindó en algun pueblo de la Mancha, donde estaba emparentado, y fué desempeñando algunas comisiones. La prontitud con que acudió al tribunal de cuentas, no deja duda en que se hallaba habitando algun país menos lejano que la Andalucía de Valladolid en 1603, y lo sumamente enterado que se muestra en su novela de los parages y costumbres manchegas, comprueba tambien que la habitó de asiento. Se deja discurrir que se habia avecindado en Argamasilla de Alba, y que al prohijarle su desvariado hijohidalgo, tuvo la ocurrencia de escarnecer la botaratería aldeana, que cabalmente por entonces anduvo pleiteando por sus regalías con tal empeño y terquedad, que redundó, segun cronistas contemporáneos, en mengua notable de la poblacion.
Al participar Cervantes muy de intento en su prólogo del Quijote, que la obra de su estéril y mal cultivado ingenio es la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios.... se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento, y donde todo triste ruido hace su habitacion, se pregunta uno generalmente con afan: ¿Con qué motivo, en qué tiempo, en qué pais se le dió aquel desconsolado ocio de ánimo y de cuerpo de donde vino á salir uno de los engendros mas esclarecidos del entendimiento humano? La opinion mas general fuera de España, fué de que ideó y empezó su obra en las mazmorras de la Inquisicion. Harta torpeza es por cierto, segun el dicho de Voltaire, la de meterse á calumniar la Inqusicion. En el turbion de tanta desventura, logró á lo menos Cervantes la dicha de no estrellarse jamas con ella. Se han ido cavilando en la Mancha mil congeturas, todas antojadizas. Opinan algunos que el desman le sobrevino en el lugar del Toboso, por una pulla que quiso echar á una aldeana, cuyos padres en desagravio lo encarcelaron. Pero el sentir de los mas es que los encarceladores fueron los vecinos del pueblo de Argamasilla de Alba, alborotados por sus apremios sobre atrasos de diezmos al gran priorato de San Juan, ó ya porque los defraudaba del riego llevándose las aguas del Guadiana para la fábrica del salitre. Lo cierto es que aun en el dia está mostrando el vecindario la llamada casa de Medrano, que la tradicion remota del pais cuenta por la cárcel de Cervantes. Consta igualmente que el desventurado comisionista de diezmos ó de pólvoras estuvo allí penando en tan sumo desamparo, que no pudo menos de acudir á su tio Don Juan Bernabé de Saavedra, vecino de Alcázar de San Juan, en demanda de resguardo y de socorro. Hay memoria de una carta de Cervantes al tio, que empezaba así:
“Largos dias y trasnochadas me acosan en esta cárcel, ó mas bien cueva....;” y en recuerdo de aquella tropelía, empieza su Quijote con estas palabras de harto comedido desagravio: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme.”
Vuelto, tras unos trece años de ausencia, á la que se llamaba corte, esto es, á la residencia del monarca, vino Cervantes á ser un forastero. Otro príncipe y otros validos estaban gobernando el estado, y sus amigos antiguos ó habian fallecido ó andaban dispersos. Si el soldado de Lepanto, si el autor de la Galatea y la Numancia quedó orillado cuando estaban aun vivos sus merecimientos, ¿estaria menos abandonado por el sucesor de Felipe II, tras quince años de arrinconado desamparo? Sin embargo, Cervantes, acosado por los apuros de su familia, esforzó de nuevo el partido. Presentóse á la audiencia del duque de Lerma, Atlante del peso de aquella monarquía, según tiene á bien apellidarle, esto es, el agraciador todo poderoso. El engreido privado lo recibió con esquivez, y Cervantes, lastimado hasta lo íntimo de su pecho pundonoroso y sentido, orilló para siempre el papel de pretendiente. Desde entonces, alternando entre tal cual agencia de negocios y