Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote del Mancha.djvu/407

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
267
CAPÍTULO XXXIII.

Busco en la muerte la vida,
Salud en la enfermedad,
En la prision libertad,
En lo cerrado salida,
Y en el traidor lealtad:
Pero mi suerte, de quien
Jamas espero algun bien,
Con el cielo ha estatuido,
Que, pues lo imposible pido,
Lo posible aun no me den.

Fuese otro dia Anselmo á la aldea, dejando dicho á Camila, que el tiempo que él estuviese ausente, vendria Lotario á mirar por su casa, y á comer con ella, que tuviese cuidado de tratalle como á su mesma persona. Afligióse Camila, como muger discreta y honrada, de la órden que su marido le dejaba, y díjole que advirtiese, que no estaba bien, que nadie, él ausente, ocupase la silla dé su mesa; y que si lo hacia por no tener confianza que ella sabria gobernar su casa, que probase por aquella vez, y veria por esperiencia como para mayores cuidados era bastante. Anselmo le replicó, que aquel era su gusto, y que no tenia mas que hacer que bajar la cabeza y obedecelle. Camila dijo que ansí lo haría, aunque contra su voluntad. Partióse Anselmo, y otro dia vino á su casa Lotario, donde fué recebido de Camila con amoroso y honesto acogimiento; la cual jamas se puso en parte donde Lotario la viese á solas, porque siempre andaba rodeada de sus criados y criadas, especialmente de una doncella suya llamada Leonela, á quien ella mucho queria, por haberse criado desde niñas las dos juntas en casa de los padres de Camila, y cuando se casó con Anselmo la trujo consigo. En los tres dias primeros nunca Lotario le dijo nada, aunque pudiera cuando se levantaban los manteles, y la gente se iba á comer con mucha priesa, porque así se lo tenia mandado Camila; y aun tenia órden Leonela que comiese primero que Camila, y que de su lado jamas se quitase; mas ella, que en otras cosas de su gusto tenia puesto el pensamiento, y habia menester aquellas horas y aquel lugar para ocuparle en sus contentos, no cumplia todas veces el mandamiento de su señora, antes los dejaba solos, como si aquello le hubieran mandado; mas la honesta presencia de Camila, la gravedad de su rostro, la compostura de su persona era tanta, que ponía freno á la lengua de Lotario; pero el pro-
TOMO I.
36