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DON QUIJOTE.

salió del aposento, y llamando á Lotario aparte, le preguntó qué nuevas habia, y de qué temple estaba Camila. —Lotario le respondió, que no pensaba mas darle puntada en aquel negocio, porque respondia tan áspera y desabridamente, que no tendria ánimo para volver a decirle cosa alguna. —¡Ah, dijo Anselmo: Lotario, Lotario, y cuán mal correspondes á lo que me debes, y á lo mucho que de tí confio! Ahora te he estado mirando por el lugar que concede la entrada de esta llave, y he visto que no has dicho palabra á Camila, por donde me doy á entender, que aun las primeras le tienes por decir; y si esto es así, como sin duda lo es, ¿para qué me engañas, ó por qué quieres quitarme con tu industria los medios que yo podria hallar para conseguir mi deseo? No dijo mas Anselmo; pero bastó lo que habia dicho para dejar corrido y confuso á Lotario, el cual casi como tomando por punto de honra el haber sido hallado en mentira, juró á Anselmo que desde aquel momento tomaba tan á su cargo el contentalle y no mentille, cual lo veria, si con curiosidad lo espiaba: cuanto mas, que no seria menester usar de ninguna diligencia, porque la que él pensaba poner en satisfacelle le quitaria de toda sospecha. Creyóle Anselmo, y para dalle comodidad mas segura y menos sobresaltada, determinó de hacer ausencia de su casa por ocho dias, yéndose á la de un amigo suyo, que estaba en una aldea no lejos de la ciudad, con el cual amigo concertó que le enviase á llamar con muchas veras, para tener ocasion con Camila de su partida. ¡Desdichado y mal advertido de ti, Anselmo! ¿Qué es lo que haces? ¿Qué es lo que trazas? ¿Que es lo que ordenas? Mira que haces contra tí mismo, trazando tu deshonra y ordenando tu perdicion: buena es tu esposa Camila, quieta y sosegadamente la posees, nadie sobresalta tu gusto, sus pensamientos no salen de las paredes de su casa, tú eres su cielo en la tierra, el blanco de sus deseos, el cumplimiento de sus gustos, y la medida por donde mide su voluntad, ajustándola en todo con la tuya y con la del cielo: pues si la mina de su honor, hermosura, honestidad y recogimiento te da sin ningun trabajo toda la riqueza que tiene, y tú puedes desear, ¿para qué quieres ahondar la tierra y buscar nuevas vetas de nuevo y nunca visto tesoro, poniéndote á peligro que toda venga abajo, pues en fin se sustenta sobre los débiles arrimos de su flaca naturaleza? Mira que el que busca lo imposible, es justo que lo posible se le niegue, como lo dijo mejor un poeta, diciendo: