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CAPÍTULO XXXIV.

sus cosas tenia, y mas teniendo por entendido que sus deseos y escritos á ella se encaminaban, y que ella era la verdadera Clori, le rogó que si otro soneto ó otros versos sabia, los dijese. —Sí sé, respondió Lotario; pero no creo que es tan bueno como el primero, ó por mejor decir, menos malo, y podréislo bien juzgar, pues es este:

SONETO.
Yo sé que muero, y si no soy creido,
Es mas cierto el morir, como es mas cierto
Verme á tus piés, ó bella ingrata, muerto,
Antes que de adorarte arrepentido.
Podré yo verme en la región de olvido,
De vida, y gloria, y de favor desierto,
Y allí verse podrá en mi pecho abierto
Como tu rostro hermoso está esculpido.
Que esta reliquia guardo para el duro
Trance, que me amenaza mi porfia,
Que en tu mismo rigor se fortalece.
¡Ay de aquel que navega, el cielo escuro,
Por mar no usado, y peligrosa via.
Adonde norte ó puerto no se ofrece!

También alabó este segundo soneto Anselmo, como habia hecho el primero, y desta manera iba añadiendo eslabón á eslabón á la cadena con que se enlazaba y trababa su deshonra, pues cuando mas Lotario le deshonraba, entonces le decia que estaba mas honrado: y con esto todos los escalones que Camila bajaba ácia el centro de su menosprecio, los subia en la opinion de su marido ácia la cumbre de su virtud y de su buena fama.

Sucedió en esto que hallándose una vez entre otras sola Camila con su doncella, le dijo: Corrida estoy, amiga Leonela, de ver en cuan poco he sabido estimarme, pues siquiera no hice que con el tiempo comprara Lotario la entera posesion que le dí tan presto de mi voluntad: temo que ha de desestimar mi presteza ó ligereza, sin que eche de ver la fuerza que él me hizo para no poder resistirle. —No te dé pena eso, señora mia, respondió Leonela, que no está la monta, ni es causa para menguar la estimacion, darse lo que se da presto, si en efecto lo quo se da es bueno, y ello por sí digno de estimarse: y aun suele decirse, que el que luego da, da dos veces. —Tambien se suele decir, dijo Camila, que lo que cuesta poco se estima en menos. —No corre por tí esa razon, respondió Leonela,