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DON QUIJOTE.

Esto decia y contenia el segundo papel, lo cual visto por todos, cada uno se ofreció á querer ser el rescatado, y prometió de ir y volver con toda puntualidad, y tambien yo me ofrecí á lo mismo: á todo lo cual se opuso el renegado, diciendo, que en ninguna manera consentiria, que ninguno saliese de libertad hasta que fuesen todos juntos, porque la esperiencia le habia mostrado, cuan mal cumplian los libres las palabras que daban en el cautiverio, porque muchas veces habian usado de aquel remedio algunos principales cautivos, rescatando á uno que fuese á Valencia ó Mallorca con dineros para poder armar una barca y volver por los que le habian rescatado, y nunca habian vuelto, porque la libertad alcanzada y el temor de no volver á perderla, les borraba de la memoria todas las obligaciones del mundo. Y en confirmacion de la verdad que nos decia, nos contó brevemente un caso que casi en aquella mesma sazson habia acaecido á unos caballeros cristianos, el mas estraño que jamas sucedió en aquellas partes, donde á cada paso suceden cosas de grande espanto y de admiracion. En efecto él vino á decir, que lo que se podia y debia hacer, era que el dinero que se habia de dar para rescatar al cristiano, que se le diese á él para comprar allí en Argel una barca con achaque de hacerse mercader y tratante en Tetuan y en aquella costa, y que siendo él señor de la barca, fácilmente se daría traza para sacarlos del baño y embarcarlos á todos. Cuanto mas, que si la mora, como ella decia, daba dineros para rescatarlos á todos, que estando libres era facilísima cosa aun embarcarse en la mitad del dia, y que la dificultad que se ofrecia mayor, era que los moros no consienten que renegado alguno compre, ni tenga barca, si no es bajel grande para ir en corso, porque se temen que el que compra barca, principalmente si es español, no la quiere sino para irse á tierra de cristianos; pero que él facilitaria este inconveniente, con hacer que un moro tagarino fuese á la parte con él en la compañía de la barca y en la ganancia de las mercancías, y con esta sombra él vendria á ser señor de la barca, con que daba por acabado todo lo demás. Y puesto que á mí y á mis camaradas nos habia parecido mejor lo de enviar por la barca á Mallorca, como la mora decia, no osamos contradecirle, temerosos que si no haciamos lo que él decia, nos habia de descubrir y aponer á peligro de perder las vidas, si descubriese el trato de Zorayda, por cuya vida diéramos todos las nuestras: y así determinamos de ponemos en las manos de Dios y en las del renegado: y en aquel mesmo punto se le respondió á Zorayda, diciéndole que