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CAPÍTULO XL.

hariamos todo cuanto nos aconsejaba, porque lo habia advertido tan bien, como si Lela Márien se lo hubiera dicho, y que en ella sola estaba dilatar aquel negocio, ó ponello luego por obra. Ofrecímele de nuevo de ser su esposo, y con esto, otro dia que acaeció á estar solo el baño, en diversas veces con la caña y el paño nos dió dos mil escudos de oro, y un papel donde decia, que el primer Juma, que es el viérnes, se iba al jardin de su padre, y que antes que se fuese, nos daria mas dinero, y que si aquello no bastase, que se lo avisásemos, que nos daria cuanto le pidiésemos, que su padre tenia tanto, que no lo echaria menos, cuanto mas, que ella tenia las llaves de todo. Dimos luego quinientos escudos al renegado para comprar la barca: con ochocientos me rescaté yo, dando el dinero á un mercader valenciano, que á la sazon se hallaba en Argel, el cual me rescató del rey, tomándome sobre su palabra, dándola de que con el primer bajel que viniese de Valencia pagaria mi rescate, porque si luego diera el dinero, fuera dar sospechas al rey, que habia muchos dias que mi rescate estaba en Argel, y que el mercader por sus grangerías lo habia callado. Finalmente, mi amo era tan caviloso, que en ninguna manera me atreví á que luego se desembolsase el dinero. El juéves antes del viernes que la hermosa Zorayda se habia de ir al jardin, nos dió otros mil escudos y nos avisó de su partida, rogándome, que si me rescatase supiese luego el jardin de su padre, y que en todo caso buscase ocasion de ir allá y verla. Respondíle en breves palabras que así lo haría, y que tuviese cuidado de encomendarnos á Lela Márien, con todas aquellas oraciones que la cautiva le habia enseñado. Hecho esto, dieron órden en que los tres compañeros nuestros se rescatasen, por facilitar la salida del baño, y porque viéndome á mí rescatado y á ellos no, pues habia dinero, no se alborotasen, y les persuadiese el diablo, que hiciesen alguna cosa en perjuicio de Zorayda: qué puesto que el ser ellos quien eran, me podia asegurar de este temor, con todo eso no quise poner el negocio en aventura, y así los hice rescatar por la misma órden que yo me rescaté, entregando todo el dinero al mercader, para que con certeza y seguridad pudiese hacer la fianza: al cual nunca descubrimos nuestro trato y secreto por el peligro que habia.