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CAPÍTULO XLII.

su padre, que si él lo supiera, ó alguno de nosotros, no tuviera necesidad de aguardar al milagro de la caña para alcanzar su rescate; pero de lo que yo agora me temo es de pensar, si aquellos franceses le habrán dado libertad, ó le habrán muerto por encubrir su hurto. Esto todo será[1] que yo prosiga mi viage, no con aquel contento con que le comencé, sino con toda melancolía y tristeza. ¡O buen hermano mio, y quien supiera agora donde estabas, que yo te fuera á buscar y á librar de tus trabajos, aunque fuera á costa de los mios! ¡O quién llevara nuevas á nuestro viejo padre de que tenias vida, aunque estuvieras en las mazmorras mas escondidas de Berbería, que de allí te sacaran sus riquezas, las de mi hermano y las mías! ¡O Zorayda hermosa y liberal, quién pudiera pagar el bien que á un hermano hiciste! jquién pudiera hallarse al renacer de tu alma, y á las bodas, que tanto gusto á todos nos dieran! Estas y otras semejantes palabras decia el oidor, lleno de tanta compasioón con las nuevas que de su hermano le habian dado, que todos los que le oian, le acompañaban en dar muestras del sentimiento que tenian de su lástima. Viendo pues el Cura, que tan bien habia salido con su intencion y con lo que deseaba el capitan, no quiso tenerlos á todos mas tiempo tristes, y así se levantó de la mesa, y entrando donde estaba Zorayda, la tomó por la mano, y tras ella se vinieron Luscinda, Dorotea y la hija del oidor. Estaba esperando el capitan á ver lo que el Cura queria hacer, que fué que tomándole á él asimesmo de la otra mano, con entrambos á dos se fué donde el oidor y los demas caballeros estaban, y dijo: Cesen, señor oidor, vuestras lágrimas, y cólmese vuestro deseo de todo el bien que acertare á desearse, pues teneis delante á vuestro buen hermano y á vuestra buena cuñada: este que aquí veis es el capitan Viedma, y esta la hermosa mora que tanto bien le hizo: los franceses que os dije, los pusieron en la estrecheza que veis, para que vos mostreis la liberalidad de vuestro buen pecho. Acudió el capitan á abrazar á su hermano, y él le puso ambas manos en los pechos, por mirarle algo mas apartado; mas cuando le acabó de conocer, le abrazó tan estrechamente, derramando tan tiernas lágrimas de contento, que los mas de los que presentes estaban, le hubieron de acompañar en ellas. Las palabras que entrambos hermanos se dijeron, los sentimientos que mostraron, apenas creo que pueden pensarse, cuanto mas escribirse. Allí en breves razones se dieron cuenta de

sus sucesos, allí mostraron puesta en su punto la buena amistad de

  1. Acaso falta la palabra causa, ocasion, ú otra semejante.
::::TOMO I.
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