dos hermanos, allí abrazó el oidor á Zorayda, allí la ofreció su hacienda, allí hizo que la abrazase su hija, allí la cristiana hermosa y la mora hermosísima renovaron las lágrimas de todos. Allí Don Quijote estaba atento sin hablar palabra considerando estos tan extraños sucesos, atribuyéndolos todos á quimeras de la andante caballería. Allí concertaron, que el capitan y Zorayda se volviesen con su hermano á Sevilla, y avisasen á su padre de su hallazgo y libertad, para que como pudiese viniese á hallarse en las bodas y bautismo de Zorayda, por no le ser al oidor posible dejar el camino que llevaba, á causa de tener nuevas, que de allí á un mes partia flota de Sevilla á la Nueva España, y fuérale de grande incomodidad perder el viage. En resolucion, todos quedaron contentos y alegres del buen suceso del cautivo, y como ya la noche iba casi en las dos partes de su jornada, acordaron de recogerse y reposar lo que de ella les quedaba. Don Quijote se ofreció á hacer la guardia del castillo, porque de algun gigante ó otro mal andante follon no fuesen acometidos, codiciosos del gran tesoro de hermosura que en aquel castillo se encerraba. Agradeciéronselo los que le conocian, y dieron al oidor cuenta del humor estraño de Don Quijote, de que no poco gusto recibió. Solo Sancho Panza se desesperaba con la tardanza del recogimiento, y solo él se acomodó mejor que todos, echándose sobre los aparejos de su jumento, que le costaron tan caros como adelante se dirá. Recogidas pues las damas en una estancia, y los demas acomodándose como menos mal pudieron, Don Quijote se salió fuera de la venta á hacer la centinela del castillo como lo habia prometido. Sucedió pues, que faltando poco para venir el alba, llegó á los oidos de las damas una voz tan entonada y tan buena, que les obligó á que todas le prestasen atento oido, especialmente Dorotea que despierta estaba, á cuyo lado dormía Doña Clara de Viedma, que ansí se llamaba la hija del oidor. Nadie podía imaginar quien era la persona que tan bien cantaba, y era una voz sola sin que la acompañase instrumento alguno. Unas veces les parecia que cantaban en el patio, otras en la caballeriza: y estando es esta confusion muy atentas, llegó á la puerta del aposento Cardenio, y dijo: Quien no duerme, escuche, que oirán una voz de un mozo de mulas, que de tal manera canta, que encanta. —Yá lo oimos, señor, respondió Dorotea: y con esto se fué Cardenio, y Dorotea poniendo toda la atencion posible, entendió que lo que se cantaba era esto.
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Apariencia