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CAPÍTULO XLV.

CAPÍTULO XLV.

Donde se acaba de averiguar la duda del yelmo de Mambrino y de la albarda, y
otras aventuras sucedidas con toda verdad.


Q

les parece á vuestras mercedes, señores, dijo el barbero, de lo que afirman estos gentiles hombres, pues aun porfian que esta no es bacía sino yelmo? —Y quien lo contrario dijere, dijo Don Quijote, le haré yo conocer que miente, si fuere caballero, y si escudero, que remiente mil veces. Nuestro barbero, que á todo estaba presente, como tenia tan bien conocido el humor de Don Quijote, quiso esforzar su desatino, y llevar adelante la burla, para que todos riesen, y dijo hablando con el otro barbero: Señor barbero, ó quien sois, sabed que yo también soy de vuestro oficio, y tengo mas ha de veinte años carta de ecsámen, y conozco muy bien de todos los instrumentos de la barbería sin que le falte uno, y ni mas ni menos fuí un tiempo en mi mocedad soldado, y sé tambien que es yelmo, y que es morreon y celada de encaje, y otras cosas tocantes á la milicia, digo á los géneros de armas de los soldados, y digo, salvo mejor parecer, remitiéndome siempre al mejor entendimiento, que esta pieza que está aquí delante y que este buen señor tiene en las manos, no solo no es bacía de barbero, pero está tan lejos de serlo, como está lejos lo blanco de lo negro, y la verdad de la mentira: tambien digo, que este aunque es yelmo, no es yelmo entero. —No por cierto, dijo Don Quijote, porque le falta la mitad, que es la babera. —Así es, dijo el Cura, que ya habia entendido la intencion de su amigo el barbero, y lo mismo confirmó Cardenio, Don Fernando y sus camaradas; y aun el Oidor si no estuviera tan pensativo con el negocio de Don Luis, ayudara por su parte á la burla; pero las veras de Jo que pensaba le tenian tan suspenso, que poco ó nada atendia á aquellos donaires.

—Válame Dios! dijo á esta sazon el barbero burlado, ¿qué es posible que tanta gente honrada diga, que esta no es bacía, sino yel-