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CAPÍTULO XLV.
dolos al oído para que en secreto declarasen si era albarda, ó jaez aquella joya, sobre quien tanto se habia peleado: y después que hubo tomado los votos de aquellos que á Don Quijote conocian, dijo en alta voz: El caso es, buen hombre, que ya yo estoy cansado de tomar tantos pareceres, porque vea que á ninguno pregunto lo que deseo saber, que no me diga que es disparate el decir, que esta sea albarda de jumento, sino jaez de caballo, y aun de caballo castizo, y así habreis de tener paciencia, porque á vuestro pesar y al de vuestro asno, este es jaez y no albarda, y vos habéis alegado y probado muy mal de vuestra parte. —No la tenga yo en el cielo, dijo el sobrebarbero[1], si todos vuestras mercedes no se engañan, y que así parezca mi ánima ante Dios, como ella me parece á mí albarda y no jaez: pero allá van leyes.... y no digo mas: y en verdad que no estoy borracho, que no me he desayunado, si de pecar no. No menos causaban risa las necedades que decia el barbero, que los disparates de Don Quijote, el cual á esta sazon dijo: Aquí no hay mas que hacer, sino que cada uno tome lo que es suyo, y á quien Dios se la dió, San Pedro se la bendiga. Uno de los cuatro dijo: Si ya no es que esto sea burla pensada, no me puedo persuadir, que hombres de tan buen entendimiento como son, ó parecen todos lo que aquí están, se atrevan á decir y afirmar, que esta no es bacía, ni aquella albarda; mas como veo que lo afirman y lo dicen, me doy á entender que no carece de misterio el porfiar una cosa tan contraria de lo que nos muestra la misma verdad y la misma esperiencia; porque voto á tal (y arrojóle rodando) que no me den á mi á entender cuantos hoy viven en el mundo, al reves de que esta no sea bacía de barbero, y esta albarda de asno. —Bien podria ser de borrica, dijo el Cura. —Tanto monta, dijo el criado, que el caso no consiste en eso, sino en si es ó no es albarda, como vuestras mercedes dicen. Oyendo esto uno de los cuadrilleros que habian entrado, que habia oido la pendencia y cuestion, lleno de cólera y de enfado, dijo: Tan albarda es como mi padre, y el que otra cosa ha dicho, ó dijere, debe de estar hecho uva. —Mentis como bellaco villano, respondió Don Quijote, y alzando el lanzon, que nunca le dejaba de las manos, le iba á descargar tal golpe sobre la
- ↑ En las primeras ediciones, dice el sobrebarbero; pero se ha considerado ya como una de las muchas erratas de imprenta que se hallan en la primera, procedida de haber leido la p del original por s y de haber formado una palabra sola de dos. Lo cierto es, que la estraña é insignificante voz de sobrebarbero, como efecto de una combinación inadvertida, ni se lee en libros, ni en ningun bocabulario castellano; y que por otra parte el estilo y costumbre de Cervantes, es aplicar el adjetivo pobre á las personas á quienes sucede algun contratiempo ó caso adverso.