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CAPÍTULO XLV.

en que estais en no reverenciar la sombra, cuanto mas la asistencia de cualquier caballero andante! Venid acá, ladrones en cuadrilla, que no cuadrilleros, salteadores de caminos con licencia de la Santa Hermandad, decidme: ¿quién fué el ignorante que firmó mandamiento de prision contra un tal caballero como yo soy? ¿Quién el que ignoró que son esentos de todo judicial fuero los caballeros andantes, y que su ley es su espada, sus fueros sus brios, sus premáticas su voluntad? ¿Quién fué el mentecato, vuelvo á decir, que no sabe que no hay ejecutoria de hidalgo con tantas preeminencias ni esenciones, como la que adquiere un caballero andante el dia que se arma caballero y se entrega al duro ejercicio de la caballería? ¿Qué caballero andante pagó pecho, alcabala, chapin de la reina, moneda forera, portazgo, ni barca? ¿Qué sastre le llevó hechura de vestido que le hiciese? ¿Qué castellano le acogió en su castillo, que le hiciese pagar el escote? ¿Qué rey no le asentó á su mesa? ¿Qué doncella no se le aficionó, y se le entregó rendida á todo su talante y voluntad? Y finalmente, ¿qué caballero andante ha habido, hay ni habrá en el mundo, que no tenga brios para dar él solo cuatrocientos palos á cuatrocientos cuadrilleros que se le pongan delante?





TOMO I.
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