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DON QUIJOTE.

y sepa usar de la mucha que el cielo fué servido de darle, empleando el felicísimo talento de su ingenio en otra letura que redunde en aprovechamiento de su conciencia y en aumento de su honra: y si todavía llevado de su natural inclinación quisiere leer libros de hazañas y de caballerías, lea en la Sacra Escritura el de los Jueces, que allí hallará verdades grandiosas y hechos tan verdaderos como valientes. Un Viriato tuvo Lusitania, un César Roma, un Aníbal Cartago, un Alejandro Grecia, un conde Fernan Gonzalez Castilla, un Cid Valencia, un Gonzalo Fernandez Andalucía, un Diego Garcia de Paredes Estremadura, un Garci Perez de Vargas Jerez, un Garcilaso Toledo, un Don Manuel de Leon Sevilla, cuya leccion de sus valerosos hechos puede entretener, enseñar, deleitar y admirar á los mas altos ingenios que los leyeren. Esta si será letura digna del buen entendimiento de vuestra merced, señor Don Quijote mio, de la cual saldrá erudito en la historia, enamorado de la virtud, enseñado en la bondad, mejorado en las costumbres, valiente sin temeridad, osado sin cobardía: y todo esto para honra de Dios, provecho suyo y fama de la Mancha, de segun he sabido trae vuestra merced su principio y origen. Atentísimamente estuvo Don Quijote escuchando las razones del Canónigo, y cuando vió que ya habia puesto fin á ellas, despues de haberle estado un buen espacio mirando, le dijo: —Paréceme, señor hidalgo, que la plática de vuestra merced se ha encaminado á querer darme á entender, que no ha habido caballeros andantes en el mundo, y que todos los libros de caballerías son falsos, mentirosos, dañadores, é inútiles para la república, y que yo he hecho mal en leerlos, y peor en creerlos, y mas mal en imitarlos, habiéndome puesto á seguir la durísima profesión de la caballería andante que ellos enseñan, negándome que no ha habido en el mundo Amadises, ni de Gaula, ni de Grecia, ni todos los otros caballeros de que las escrituras están llenas. —Todo es al pié de la letra, como vuestra merced lo va relatando, dijo á esta sazon el Canónigo. A lo cual respondió Don Quijote: —Añadió tambien vuestra merced, diciendo, que me habian hecho mucho daño tales libros, pues me habian vuelto el juicio y puéstome en una jaula, y que me seria mejor hacer la enmienda y mudar de letura, leyendo otros mas verdaderos, y que mejor deleitan y enseñan. —Así es, dijo el Canónigo. —Pues yo, replicó Don Quijote, hallo por mi cuenta, que el sin juicio y el encantado es vuestra merced, pues se ha puesto á decir tantas blasfemias contra una cosa tan recebida en el mundo y te-