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DON QUIJOTE.

una sola gota de sangre. Por otra parte mostraba señales de heridas, que aunque no se divisaban, nos hacia entender, que eran arcabuzazos dados en diferentes rencuentros y faciones. Finalmente, con una no vista arrogancia llamaba de vos á sus iguales y á los mismos que le conocian, y decia que su padre era su brazo, su linage sus obras, y que debajo de ser soldado, al mismo rey no debia nada. Añadiósele á estas arrogancias, ser un poco músico, y tocar una guitarra á lo rasgado, de manera que decian algunos, que la hacia hablar; pero no pararon aquí sus gracias, que tambien la tenia de poeta, y así de cada niñería que pasaba en el pueblo, componia un romance de legua y media de escritura. Este soldado pues, que aquí he pintado, este Vicente de la Rosa, este bravo, este galan, este músico, este poeta fué visto y mirado muchas veces de Leandra, desde una ventana de su casa que tenia la vista á la plaza. Enamoróla el oropel de sus vistosos trages, encantáronla sus romances, que de cada uno que componia daba veinte traslados, llegaron á sus oidos las hazañas que él de sí mismo habia referido, y finalmente, que así el diablo lo debia de tener ordenado, ella se vino á enamorar del, antes que en él naciese presuncion de solicitarla: y como en los casos de amor no hay ninguno que con mas facilidad se cumpla, que aquel que tiene de su parte el deseo de la dama, con facilidad se concertaron Leandra y Vicente: y primero que alguno de sus muchos pretendientes cayese en la cuenta de su deseo, ya ella teniale cumplido, habiendo dejado la casa de su querido y amado padre, que madre no la tiene, y ausentándose de la aldea con el soldado, que salió con mas triunfo desta empresa, que de todas las muchas que él se aplicaba. Admiró el suceso á toda la aldea, y aun á todos los que del noticia tuvieron: yo quedé suspenso, Anselmo atónito, el padre triste, sus parientes afrentados, solícita la justicia, los cuadrilleros listos: tomáronse los caminos, escudriñáronse los bosques y cuanto habia, y al cabo de tres dias hallaron á la antojadiza Leandra en una cueva de un monte, desnuda en camisa, sin muchos dineros y preciosísimas joyas que de su casa habia sacado. Volviéronla á la presencia del lastimado padre, preguntáronle su desgracia, confesó sin apremio, que Vicente de la Rosa la habia engañado, y debajo de palabra de ser su esposo, la persuadió que dejase la casa de su padre, que él la llevaria á la mas rica y mas viciosa ciudad que habia en todo el universo mundo, que era Nápoles, y que ella mal advertida y peor engañada le habia creido, y robando á su padre, se