Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote del Mancha.djvu/67

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
11
CAPÍTULO II.

da con unas cintas verdes, y era menester cortarlas, por no poderse quitar los ñudos; mas él no lo quiso consentir en ninguna manera: y asi se quedó toda aquella noche con la celada puesta, que era la mas graciosa y estraña figura que se pudiera pensar: y al desarmarle, (como él se imaginaba que aquellas traidas y llevadas que le desarmaban, eran algunas principales señoras y damas de aquel castillo) les dijo con mucho donaire:

Nunca fuera caballero
De damas tan bien servido,
Como fuera Don Quijote
Cuando de su aldea vino:
Doncellas curaban dél,
Princesas de su rocino,

ó Rocinante, que este es el nombre, señoras mias, de mi caballo, y Don Quijote de la Mancha el mio: que puesto que no quisiera descubrirme fasta que las fazañas fechas en vuestro servicio y pro me descubrieran, la fuerza de acomodar al propósito presente este romance viejo de Lanzarote, ha sido causa que sepais mi nombre antes de toda sazon; pero tiempo vendrá en que las vuestras señorías me manden, y yo obedezca, y el valor de mi brazo descubra el deseo que tengo de serviros. Las mozas, que no estaban hechas á oir semejantes retóricas, no respondian palabra; solo le preguntaron si queria comer alguna cosa.—Cualquiera yantaria yo, respondió Don Quijote, porque á lo que entiendo me haria mucho al caso.A dicha acertó á ser viérnes aquel dia, y no habia en toda la venta sino unas raciones de un pescado, que en Castilla llaman abadejo, y en Andalucia bacallao, y en otras partes curadillo, y en otras truchuela. Preguntáronle si por ventura comeria su merced truchuela, que no habia otro pescado que darle á comer.—Como haya muchas truchuelas, respondió Don Quijote, podrán servir de una trucha; porque eso se me da, que me den ocho reales en sencillos, que una pieza de á ocho: cuanto mas, que podria ser que fuesen estas truchuelas como la ternera, que es mejor que la vaca, y el cabrito que el cabron; pero sea lo que fuere, venga luego, que el trabajo y peso de las armas no se puede llevar sin el gobierno de las tripas.—Pusiéronle la mesa á la puerta de la venta por el fresco, y trújele el huésped una porcion del mal remojado y peor cocido bacallao, y un pan tan negro y mugriento como sus armas.

TOMO I.
4