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Capítulo XVL.

mi historia, y lleva camino de imprimirse treinta mil veces de mi- llares, si el cielo no lo remedia. Finalmente, por encerrarlo todo en breves palabras, ó en una sola, digo que yo soy Don Quijote de la Mancha, por otro nombre llamado el Caballero de la Triste Fi- gura, y puesto que las propias alabanzas envilecen, esmie forzoso decir yo tal vez las mías, y esto se entiende, cuando no se halla presente quien las diga: así que, señor gentil hombre, ni este caba- llo, ni esta lanza, ni este escudo, ni escudero, ni todas juntas estas armas, ni la amarillez de mi rostro, ni mi atenuada flaqueza os po- drá admirar de aquí adelante, habiendo ya sabido quien soy y la profesion que hago. Calló en diciendo esto Don Quijote, y el de lo verde, segun se tardaba en responderle, parecia que no acerta- ba á hacerlo; pero de allí á buen espacio le dijo:-Acertastes, se- ñor caballero, á conocer por mi suspension mi deseo; pero no ha- beis acertado á quitarme la maravilla que en mí causa el haberos visto, que puesto que como vos, señor, decis que el saber ya quien sois me la podria quitar, no ha sido así, antes agora que lo sé, que- do mas suspenso y maravillado. Cómo ty es posible que hay hoy caballeros andantes en el mundo, y que hay historias impresas de verdaderas caballerías? No me puedo persuadir que haya hoy en la tierra quien favorezca viudas, ampare doncellas, ni honre casa- das, ni socorra huérfanos, y no lo creyera, si en vuesa merced no lo hubiera visto con mis ojos. Bendito sea el cielo que con esa his- toria que vuesa merced dice que está impresa de sus altas y verda- deras caballerías, se habrán puesto en olvido las innumerables de los fingidos caballeros andantes de que estaba lleno el mundo, tan en daño de las buenas costumbres y tan en perjuicio y descrédito de las buenas historias.-Hay mucho que decir, respondió Don Qui- jote, en razon de si son fingidas ó no las historias de los andantes caballeros. ¡Pues hay quien dude, respondió el verde, que no son falsas las tales historias?-Yo lo dudo, respondió Don Quijote, y quédese esto aquí, que si nuestra jornada dura, espero en Dios de dar á entender á vuesa merced, que ha hecho mal en irse con la corriente de los que tienen por cierto que no son verdaderas. Des- ta última razon de Don Quijote, tomó barruntos el caminante, de que Don Quijote debia de ser algun mentecato, y aguardaba que con otras lo confirmase; pero antes que se divirtiesen en otros ra- zonamientos, Don Quijote le rogó le dijese quien era, pues él le ha- bia dado parte de su condicion y de su vida. A lo le que respon- dió el del verde gaban:-Yo, señor Caballero de la Triste Figura,

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