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Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote del Mancha Tomo II.djvu/159

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Capítulo XVIII.

Don Diego de Miranda, padre de vuesa merced, me ha dado noticia de la rara habilidad y sutil ingenio que vuesa merced tiene, y so- bre todo, que es vuesa merced un gran poeta.-Poeta bien podrá ser, respondió Don Lorenzo, pero grande ni por pensamiento: ver- dad es que soy algun tanto aficionado á la poesía y á leer los bue- nos poetas; pero no de manera que se me pueda dar el nombre de grande, que mi padre dice.-No me parece mal esa humildad, res- pondió Don Quijote, porque no hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo.-No hay regla sin escepcion, respondió Don Lorenzo, y alguno habrá que lo sea y no lo piense.-Pocos, respondió Don Quijote: pero dígame vuesa mer- ced, ¿qué versos son los que agora trae entre manos, que me ha di- cho el señor su padre que le traen algo inquieto y pensativo? Y si es alguna glosa, á mí se me entiende algo de achaque de glosas; y holgaria saberlos, y si es que son de justa literaria, procure vuesa merced llevar el segundo premio, que el primero siempre se lleva el favor ó la gran calidad de la persona, el segundo se le lleva la mera justicia, y el tercero viene å ser segundo, y el primero á esta cuenta será el tercero, al modo de las licencias que se dan en las universidades; pero con todo esto, gran personage es el nombre de primero. Hasta ahora, dijo entre sí Don Lorenzo, no os podré yo juzgar por loco, vamos adelante, y díjole: Paréceme que vuesa mer- ced ha cursado las escuelas: ¿qué ciencias ha oido?-La de la ca- ballería andante, respondió Don Quijote, que es tan buena como la de la poesía y aun dos deditos mas.-No sé que ciencia es esa, replicó Don Lorenzo, y hasta ahora no ha llegado á mi noticia.- Es una ciencia, replicó Don Quijote, que encierra en sí todas ó las mas ciencias del mundo, á causa que el que la profesa ha de ser ju- risperito y saber las leyes de la justicia distributiva y conmutativa, para dar á cada uno lo que es suyo y lo que le conviene: ha de ser teólogo, para saber dar razon de la cristiana ley que profesa clara y distintamente adonde quiera que le fuere pedido: ha de ser médi- co, y principalmente herbolario, para conocer en mitad de los des- poblados y desiertos las yerbas que tienen virtud de sanar las heri- das, que no ha de andar el caballero andante á cada triquete bus- cando quien se las cure: ha de ser astrólogo, para conocer por las estrellas cuantas horas son pasadas de la noche, y en qué parte y en qué clima del mundo se halla: ha de saber las matemáticas, por- que á cada paso se le ofrecerá tener necesidad dellas; y dejando

aparte que ha de estar adornado de todas las virtudes teologales y