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Don Quijote.

cardinales, decendiendo á otras menudencias, digo que ha de saber nadar, como dicen que nadaba el peje Nicolas ó Nicolao ¹: ha de saber herrar un caballo, y aderezar la silla y el freno: y volviendo á lo de arriba, ha de guardar la fe á Dios y á su dama: ha de ser casto en los pensamientos, honesto en las palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido en los trabajos, caritativo con los menesterosos, y finalmente mantenedor de la verdad aunque le cueste la vida el defenderla. De todas estas grandes y minimas partes se compone un buen caballero andante, porque vea vuesa merced, señor Don Lorenzo, si es ciencia mocosa la que aprende el caballero que la estudia y la profesa, y si se puede igualar á las mas estiradas que en los ginasios y escuelas se enseñan.-Si eso es así, replicó Don Lorenzo, yo digo que se aventaja esa ciencia á todas. -¿Cómo si es así? respondió Don Quijote.-Lo que yo quiero de- cir, dijo Don Lorenzo, es que dudo que haya habido, ni que los ha- ya ahora caballeros andantes y adornados de virtudes tantas.-Mu- chas veces he dicho lo que vuelvo á decir ahora, respondió Don Quijote, que la mayor parte de la gente del mundo está de parecer de que no ha habido en el caballeros andantes, y por parecerme á mí, que si el cielo milagrosamente no les da å entender la verdad de que los hubo y de que los hay, cualquier trabajo que se tome ha de ser en vano, como muchas veces me lo ha mostrado la esperien- cia. No quiero detenerme agora en sacar á vnesa merced del error que con los muchos tiene; lo que pienso hacer es rogar al cielo le saque dél, y le dé á entender cuan provechosos y cuan necesarios fueron al mundo los caballeros andantes en los pasados siglos, y cuán útiles fueran en el presente si se usaran; pero triunfan ahora por pecados de las gentes la pereza, la ociosidad, la gula y el rega- lo.-Escapado se nos ha nuestro huésped, dijo á esta sazon entre sí Don Lorenzo; pero con todo eso él es loco bizarro, y yo seria mentecato flojo, si así no lo creyese. Aquí dieron fin á su plática porque los llamaron á comer. Preguntó Don Diego á su hijo qué habia sacado en limpio del ingenio del huésped. A lo que el res-

1 En el siglo XV, dice Pero Magia en la Silvia de Varia lecciun, ecsistió un hombre natural de Catania, que estaba mas,en el agua que en tierra, pasando desde Sicilia al continente, y de éste á Si- cilia, hasta que desapareció un dia en que echándole el rey de Nápoles Don Fadrique una taza de cro, se sumergió & recogerla y desapareció. Esta historia de que muchos dudaron, se hizo mus verosimil despues de la aparicion del hombre de Liéganes en las costas de la montaña de Santander, que, segun la partida de bautismo que ecsiste, se llamó Francisco de la Vega Casar; nació en 1660, vivió algunos años, y habiéndose arrojado al mar, fué cogido por unos pescadores de la bahía de Cádiz en sus re- des, y se le condujo á su pueblo, de donde, pasado algun tiempo, se volvió al mar, sin que se haya

sabido mas de él; así lo asegura Feijoo en sus cartas.-(Clemencin.)