Ir al contenido

Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote del Mancha Tomo II.djvu/439

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
335
Capítulo LI.

Cerró la carta el secretario y despachó luego al correo, y juntán- dose los burladores de Sancho dieron órden entre sí como despa- charle del gobierno, y aquella tarde la pasó Sancho en hacer algu- nas ordenanzas tocantes al buen gobierno de la que él imaginaba ser Ínsula, y ordenó que no hubiese regatones de los bastimentos en la República, y que pudiesen meter en ella vino de las partes que quisiesen, con aditamento que declarasen el lugar de donde era, para ponerle el precio segun su estimacion, bondad y fama, y el que lo aguase, ó le mudase el nombre, perdiese la vida por ello: moderó el precio de todo calzado, principalmente el de los zapatos, por parecerle que corria con ecshorbitancia': puso tasa en los sala- rios de los criados que caminaban á rienda suelta por el camino del interese: puso gravísimas penas á los que cantasen cantares lasci- vos y descompuestos, ni de noche ni de dia: ordenó que ningun ciego cantase milagro en coplas, si no trujese testimonio auténtico de ser verdadero, por parecerle que los mas que los ciegos cantan, son fingidos en perjuicio de los verdaderos. Hizo y creó un alguacil de pobres, no para que los persiguiese, sino para que los ecsaminase si lo eran, porque, á la sombra de la manquedad fingida y de la llaga falsa, andan los brazos ladrones y la salud borracha. En resolucion, él ordenó cosas tan buenas, que hasta hoy se guardan en aquel lugar, y se nombran: Las constitu- ciones del gran Gobernador Sancho Panza.

1 Esta ecahorbitancia disculpaban algunos con el precio subido del pan, de los demas comestibles, y de los alquileres de las casas; pero un autor económico-político, que escribia entonces, dice que no era esta la causa, pues valiendo (añade) años atras en Segovia el trigo á peso de oro, y las casas por el cielo, y asimismo en otras ciudades, valía un par de zapatos tres reales de dos suelas, y en la corte, cuatro; y ahora (en tiempo de Cervantes) piden siete reales, y descaradamente no quieren menos que seis y medio, y por unas chinelas ocho, que pone espanto pensar en qué ha de

parar esto. (Biblioteca Real: est. E, ced. 166, fol. 64.)