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Don Quijote.

ser, aunque sean pares, a pesar de todo el mundo. Quédense en á esta caballeriza las alas de la hormiga, que me levantaron en el ai- re, para que me comiesen vencejos y otros pájaros, y volvámonos á andar por el suelo con pié llano, que si no le adornaren zapatos picados de cordoban, no le faltarán alpargatas toscas de cuerda: ca- da oveja con su pareja, y nadie tienda mas la pierna de cuanto fue- re larga la sábana: y déjenme pasar, que se me hace tarde. A lo que el mayordomo dijo:-Señor Gobernador, de muy buena gana dejáramos ir á vuesa merced, puesto que nos pesará mucho de per- derle, que su ingenio y su cristiano proceder obligan á desearle; pe- ro ya se sabe, que todo Gobernador está obligado, antes que se au- sente de la parte donde ha gobernado, á dar primero residencia: dé- la vuesa merced de los diez dias que ha que tiene el gobierno, y vá- yase á la paz de Dios.-Nadie me la puede pedir, respondió San- cho, sino es quien ordenare el Duque mi señor: yo voy á verme con él, y á él se la daré de molde: cuanto mas, que saliendo yo desnudo, como salgo, no es menester otra señal, para dar á enten- der que he gobernado como un ángel.-Par Dios que tiene razon el gran Sancho, dijo el Doctor Recio, y que soy de parecer que le dejemos ir, porque el Duque ha de gustar infinito de verle. Todos vinieron en ello, y le dejaron ir, ofreciéndole primero compañía, y todo aquello que quisiese para el regalo de su persona y para la co- modidad de su viaje.-Sancho dijo que no queria mas de un poco de cebada para el rucio, y medio queso y medio pan para él, que pues el camino era tan corto no habia menester mayor ni mejor re- postería. Abrazáronle todos, y él llorando abrazó á todos, y los dejó admirados, así de sus razones, como de su determinacion tan resoluta y tan discreta.