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Don Quijote.

dé otro, pues la sustancia está en que él los reciba, lleguen por do llegaren. Con esta imaginacion se llegó á Sancho, habiendo prime- ro tomado las riendas de Rocinante, y acomodándolas en modo que pudiese azotarle con ellas, comenzóle á quitar las cintas, que es opi- nion que no tenia mas que la delantera, en que se sustentaban los gregüescos; pero apenas hubo llegado, cuando Sancho despertó en todo su acuerdo, y dijo:-¿Qué es esto, quién me toca y desencin- ta?-Yo soy, respondió Don Quijote, que vengo á suplir tus faltas, y á remediar mis trabajos: véngote á azotar, Sancho, y á descargar en parte la deuda á que te obligaste. Dulcinea perece, tú vives en descuido, yo muero deseando, y así desatácate por tu voluntad, que la mia es de darte en esta soledad por lo menos dos mil azotes.- Eso no, dijo Sancho, vuesa merced se esté quedo; si no, por Dios verdadero, que nos han de oir los sordos: los azotes á que yo me obligué, han de ser voluntarios y no por fuerza, y ahora no tengo gana de azotarme, basta que doy á vuesa merced mi palabra de va- pularme y mosquearme cuando en voluntad me viniere.- No hay dejarlo á tu cortesía, Sancho, dijo Don Quijote, porque eres duro de corazon, y aunque villano, blando de carnes: y así procuraba y pugnaba por desenlazarle. Viendo lo cual Sancho Panza, se puso en pié, y arremetiendo á su amo, se abrazó con él á brazo partido, y echándole una zancadilla dió con él en el suelo boca arriba: pú- sole la rodilla derecha sobre el pecho, y con las manos le tenia las manos, de modo que ni le dejaba rodear ni alentar. Don Quijote le decia:-¿Cómo traidor, contra tu amo y señor natural te des- mandas? ¿Con quien te dá su pan te atreves?-Ni quito Rey, ni pongo Rey', respondió Sancho, sino ayúdome á mí que soy mi señor: vuesa merced me prometa que se estará quedo y no tra- tará de azotarme por agora, que yo le dejaré libre y desemba- razado; donde no, aquí morirás, traidor enemigo de Doña San- cha. Prometióselo Don Quijote, y juró por vida de sus pensa. mientos no tocarle en el pelo de la ropa, y que dejaria en toda su voluntad y albedrío el azotarse cuando quisiese. Levantóse San- cho, y desvióse de aquel lugar un buen espacio, y yendo á arri- marse á otro árbol, sintió que le tocaban la cabeza, y alzando las manos, topó con dos piés de persona con zapatos y calzas. Tem-

1 Refran de origen conocido, segun las historias de Castilla, las cuales refieren que habiéndose en- contrado el rey Don Pedro el Cruel, con su hermano Don Enrique en la tienda de Beltran Duguesclin, capitan Frances que había venido en ausilio de este último, luchando los dos hermanos, cayeron en el suelo; y habiendo quedado debajo Don Enrique, Beltran les dió vuelta diciendo: ni quito Rey ni pon-

go Rey, pero ayudo á mi señor-Clemencin.