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Capítulo LXXL.
CAPÍTULO LXXL.
De lo que à Don Quijote le sucedió con su escudero Sancho, yendo á su aldea.


IBA el vencido y asendereado Don Quijote pensativo ade- mas por una parte, y muy alegre por otra. Causaba su tristeza el vencimiento, y la alegría el considerar en la virtud de Sancho, como lo habia mostrado en la resurreccion de Altisidora, aunque con algun escrúpulo se persuadia á que la ena- morada doncella fuese muerta de veras. No iba nada alegre San- cho, porque le entristecia ver que Altisidora no le habia cumplido la palabra de darle las camisas, y yendo y viniendo en esto, dijo á su amo:-En verdad, señor, que soy el mas desgraciado médico que se debe de hallar en el mundo, en el cual hay físicos que con matar al enfermo que curan, quieren ser pagados de su trabajo, que no es otro, sino firmar una cedulilla de algunas medicinas, que no las hace él, sino el boticario, y cátalo cantusado; y á mí, que la sa- lud agena me cuesta gotas de sangre, mamonas, pellizcos, alfilera- zos y azotes, no me dan un ardite: pues yo les voto á tal, que si me traen á las manos otro algun enfermo, que antes que le cure me han de untar las mias, que el Abad de donde canta yanta, y no quiero creer que me haya dado el cielo la virtud que tengo, para que yo la comunique con otros de bobilis bóbilis.-Tú tienes razon, Sancho amigo, respondió Don Quijote, y halo hecho muy mal Al- tisidora en no haberte dado las prometidas camisas, y puesto que tu virtud es gratis data, que no te ha costado estudio alguno, mas que estudio es recibir martirios en tu persona: de mí te sé decir, que si quisieras paga por los azotes del desencanto de Dulcinea, ya te la hubiera dado tal como buena; pero no sé si vendrá bien con la cura la paga, y no querria que impidiese el premio á la medici- na. Con todo eso me parece que no se perderá nada en probarlo: mira, Sancho, el que quieres, y azótate luego, y págate de contado y de tu propia mano, pues tienes dineros mios. A cuyos ofreci-

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