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Capítulo I.

CAPÍTULO IX.

Dunde se cuenta lo que en él se verá.

EDIA noche era por filo ' poco mas á menos, cuando Don Cluijote y Sancho dejaron el monte y entraron en el To- boso. Estaba el pueblo en un sosegado silencio, porque todos sus vecinos dpnnian y reposaban ¿ pierna tendida, como sue- le decirse. Era la noche entreclara, puesto que quisiera Sancho, que fuera del todo escura, por hallar en su escurídad disculpa de su sandez. No se oía en todo el lugar sino ladridos de perros que atronaban los oidos de Don Quijote y turbaban el corazón de San- cho. De cuando en cuando rebuznaba un jumento, gruñian puer- cos, mayaban gatos, cuyas voces de diferentes sonidos se aumentar ban con el silencio de la noche: todo lo cual tuvo el enamorado ca- ballero á mal agüero, pero con todo esto dijo á Sancho: — Sancho hijo, guia al palacio de Dulcinea, quizá podrá ser que la hallemos despierta. — ¿A qué palacio tengo de guiar, cuerpo del sol, respon- dió Sancho, que en el que yo vi á su grandeza, no era sino casa muy pequeña? — Debia de estar retirada entonces, respondió Don Quijote, en algún pequeño apartamiento de su alcázar, solazándo- se á solas con sus doncellas, como es uso y costumbre de las altas señoras y princesas. — Señor, dijo Sancho, ya que vuesa merced quiere, á pesar mió, que sea alcázar 1) casa de mi señora Dulcinea, ¿es hora esta por ventura de hallar la puerta abierta? ¿y será bien, que demos aldabazos, para que nos oigan y nos abran, metiendo en alboroto y rumor toda la gente? ¿Tamos por dicha á llamar á la casa de nuestras mancebas, como hacen los abarraganados, que lle-

1 Veno Cornado d«I romanea del conde de Clároe da Montalban, qae empieza aníi

Media noche era por filo. Loo gaUoo quieren cantar. Conde Clároe con amoree Nonpodia repooar, ele,

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