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EL JARDÍN DE LOS CEREZOS

cristán, acordóse de todo; pataleó y gritó en tono agudo:

—¡Déjame en paz! ¡Les repito que me dejen en paz! ¿Qué me quieren?

El secretario y el sacristán salieron rápidamente del gabinete, mientras el consejero de Estado seguía gritando con voz estentórea:

—¡Dejadme en paz! ¡Les repito que me dejen en paz! ¿Qué me quieren...?