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UN VIAJE DE NOVIOS

—¡Qué imbécil soy! ¡Qué indigno! ¡Que los demonios me lleven! ¿Qué he de hacer? En aquel tren está mi mujer, sola, mi pobre mujer, que me espera. ¡Qué animal soy!

El recién casado, que se había puesto en pie, desplómase sobre el sofá, y revuélvese cual si le hubieran pisado un callo.

—¡Qué desgraciado soy! ¡Qué voy a hacer ahora...!

—Nada—dicen los pasajeros para tranquilizarle—. Procure usted telegrafiar a su mujer en alguna estación, y de este modo la alcanzará usted.

—El tren rápido—dice el recién casado. ¿Pero dónde tomaré el dinero, toda vez que es mi mujer quien lo lleva consigo?

Los pasajeros, riendo, hacen una colecta, y facilitan al hombre feliz los medios de continuar el viaje.