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EL JARDÍN DE LOS CEREZOS

sálvame. Es verdad. Hablo más de lo debido. Mi discurso ante el viejo armario, ¡qué tonto! No me dí cuenta de ello sino cuando lo terminé.

Varia.

Verdaderamente, tío, debe usted echarse un nudo a la lengua. Cállese. Así está bien.

Ania.

Si se callara usted, se encontraría mejor, mucho mejor.

Gaief.

Ya me callo. (Besa las manos de ambas jóvenes.) Pero mirad..., acerca del asunto en cuestión... El jueves fuí al tribunal; estábamos entre amigos, y nos pusimos a charlar. Paréceme que será posible efectuar un préstamo para el pago de las contribuciones.

Varia.

¡Si Dios quisiera ayudarnos!

Gaief.

El martes volveré allá. (A Varia.) No te apures. (A Ania.) Tu mamá hablará con Lopakhin; él no se negará si es ella quien le pide prestado. Cuando tú hayas des-