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EL JARDÍN DE LOS CEREZOS
Ania.

¿Qué ha hecho usted de mi, Pietcha? ¿Por qué no admiro ya tanto como antes ese jardín de los cerezos? ¿Por qué ese jardín no me inspira la misma afección que me inspiraba antes de ahora? Yo lo amaba tiernamente. Parecíame que, en la tierra, no existía paraje más bello.

Trofimof.

Toda Rusia es actualmente su jardín. La tierra es vasta y magnífica. Los bellos lugares abundan en todas partes. (Pausa.) Reflexione bien, querida mía. Su padre, su abuelo y su bisabuelo eran señores que poseían, en plena propiedad, almas humanas. ¿No ve cómo de cada cereza, de cada hoja y de cada árbol se desprenden seres humanos que la contemplan? ¿No escucha sus voces...? Oh, es terrible. Vuestro jardín de cerezos me llena de pavor. De noche, cuando uno pasa por ese jardín, la vetusta corteza de los árboles brilla con una luz opaca. Diríase que los cerezos viven, en el sueño, lo que acontecía doscientos años ha. Una trágica pesadilla los abruma. Nosotros debemos expiar nuestro pasado. Debemos acabar con él. Los tormentos se nos imponen. Fíjese bien en lo que digo.

Ania.

La casa que habitamos no nos pertenece ya, en realidad, desde hace mucho tiempo.