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ANTÓN P. CHEJOV
Lubova.

Pietcha, perdóneme. Venga a bailar conmigo.

(Ania y Varia bailan juntas. Pietcha baila con Lubova Andreievna. Entra Firz, quien coloca su bastón en un ángulo de la pieza. Yascha le sigue. Ambos contemplan el baile.)

Yascha.

¿Qué tal, viejo Firz?

Firz.

No me siento bien... Antaño había almirantes y generales que tomaban parte en el baile. Hoy se ha invitado al jefe de estación y al empleado de Correos; y ni aun esos vienen con gran apresuramiento... Estoy muy débil. No sé ya qué medicina tomar. El difunto amo, abuelo de la señora, trataba todas las enfermedades por el lacre. Ésta era toda su farmacopea. Yo lo tomo desde hace veinte años, y, acaso por este motivo, me hallo todavía vivo.

Yascha.

¿Qué aburrido eres, Firz? Puedes reventar cuando quieras.

Firz.

¿Y tú...? (Balbucea algunas frases.)

(Trofimof y Ania entran, bailando, en el gabinete.)