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Página:El libro de los cuentos.djvu/116

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116 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

— No, irás á la tarde, porque ahora no es posible dejar la casa sola.

Por la tarde estaba nuestro amigo en la sala con algunos caballeros y señoras elegantes á tiempo que entró el pobre diablo del criado lugareño, y dirigiéndose á su amo, le dijo con una voz bastante fuerte, para que todos lo entendieran.

— Señor, ¿será buena hora para que vaya á que me corten aquello que V. sabe?


La ortografía en las calcetas.

Cierto dia un estudiante
Al revisar su ropilla,
Se encontró en la pantorrilla
Un enorme interrogante.

Siguió el pobrete adelante
Y al ver que en puntos herbía,
Su calceta maldecía
Diciendo; — ¡Cuan buena fuera
Si mas estambre tuviera
Y menos ortografía!


Lo mismo la pena que el delito.

Un esclavo que iba á ser castigado por su señor se escusaba diciendo que habla cometido el delito sin querer.

Su señor contestó:

— Pues bien, sin querer vas á ser también castigado.


La contestación á una insolencia.

Un gran señor de Inglaterra, entrando un dia en los salones de la princesa de vio una señora gruesa á quien no conocía, y acercándose á un caballero joven que encontró por casualidad, le dijo:

— ¿Tendrá V. la bondad de decirme quién es esa marrana cebona que está sentada á nuestro lado?

— Esta marrana cebona, milord, respondió el ca