— Señor, es casi tan majo como el monumento de mi pueblo.
— ¡Bien, bien! y la comedia, ¿qué te ha parecido?
— ¿Y qué es la comedia?
— Hombre, lo que hablaban aquellos señores y señoras que sallan detrás de la cortina.
— ¡Ah¡ yo le diré á V.; han salido allí y han principiado á hablar de sus negocios y de sus casamientos, y como yo no quiero casarme y he visto que aquello nada me importaba, por no meterme en vidas ajenas, me he recostado sobre la barandilla del banco y me he quedado dormido.
Hé aquí el de un asentista francés que murió en 1792, y decia así:
— En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu-Santo. Nada tengo, debo mucho, dejo lo demás á los pobres.
Durante el sitio de Amiens se dio por orden general que nadie pudiese salir de casa de noche sin linterna. En la misma de aquel dia se presentó un labrador con la suya en la mano.
— Tu linterna, gritó el centinela.
— Héla aquí.
— Sí; pero no tiene vela.
— En la orden no se dice que la tenga.
En la mañana del dia siguiente se dio nueva orden mandando que nadie saliese sin una linterna con su vela.
En aquella tarde, al anochecer, se presentó el mismo hombre con su linterna y su vela.
— ¿En dónde está tu linterna?
— Hela aquí.
—¿Y la vela?
— Hela aquí.