Página:El libro de los cuentos.djvu/20

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
20 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

— Buen hombre, dijo uno de los parroquianos, si quiere V. encontrarla, ha de tomar la dirección contraria, porque el agua debe llevarla hacia abajo.

— ¡Ah! señor, contestó el molinero. ¡Qué poco conoce V. el carácter de mi mujer! Era tan amiga de pendencias y de contrariedades, que por disputar, aunque sea con el agua, estoy seguro de que se ha ido por el rio arriba.


La declaración indagatoria.

Encerrados estaban en prisiones contiguas dos ladrones lugareños que habian robado á un caminante. El mas despejado, marrajon y machucho, habla retenido para si una soberbia yegua, mientras el otro, ladrón pacato, novel y de cortos alcances, se habia contentado con una escopeta de dos cañones. La declaración del primero se oia perfectamente desde la prisión del segundo, no solo por la proximidad, sino porque levantaba la voz el declarante para que su compañero aprendiera á defenderse. Hé aquí en estracto su declaración.

— ¿De quién es la yegua que se ha encontrado en su poder?

— Mia.

— ¿A quién la ha comprado V.?

— A nadie.

— ¿Quién se la ha regalado?

— Ninguno.

— Entonces, ¿cómo esplica V. esa propiedad y ese dominio que tiene sobre ella?

— Yo le diré á V., señor juez, hace tres años que al volver de la feria la encontré en un bosque recien nacida, abandonada y medio muerta, la recogí y la he ido recriando en mi casa hasta que se ha hecho yegua.

— ¡Qué despejado es mi amigo! dijo el de la escopeta, ¡vaya un modo de salvarse!

El señor juez cerró la declaración y se trasladó al aposento contiguo.