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el que traje. Ya no pido milagro, pido solamente el ojo que tenia.


El dominosteco.

Un cura de aldea que era buen latino, en vez de decir Jesús cuando estornudaban los que hablaban con él, acostumbraba decir: Dominus tecum, (el Se- ñor sea contigo, ó Dios te asista.)

Dijolo un dia á un labrador, y como no entendiese el saludo y creyese por el contrario que era una ofensa, se cuadró frente al sacerdote, y le dijo con aire muy altivo:

— Yo no soy dominosteco, señor cura, ni lo he sido en mi vida, ni lo es ninguno de mi familia; y sepa que á mí no se me agravia: ¡bonito es Juan Palomo para sufrirlo! No, señor: el dominosteco es usted y todos sus parientes, pero nosotros no somos dominostecos.


El fín del burro.

Allá en mi lugar, un dia,
Un muchacho en un jumento
Llevaba una labradora;
Y perdonad que iba en pelo,
— Hazte allá, que lo maltratas,
Iba la madre diciendo,
Y tanto hacia atrás se hizo,
Que dio el muchacho en el suelo.
Díjole: — ¿Cómo caiste?
Y disculpóse diciendo:
— Madre, acábeseme el asno,
Y en el aire no me tengo.


El miedo del marido.

Jugando uno á la pelota llegó su criado y dijo:

— Señor, el ama ha parido.

— Bien; ese ya no se le quedará en el cuerpo.