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Página:El libro de los cuentos.djvu/285

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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 285

porque habiendo sido elegido posteriormente censor, privó á aquel valiente soldado de su caballo, cosa de mucho deshonor entre los romanos, diciéndole así:

— Te atreviste á saquear á Cartago antes que yo, y castigo tu atrevimiento de este modo.

Ya no eres caballero.

Hoy dia sucede cabalmente lo contrario, por que en general los caballeros son los que no tienen caballo.


La alegría para todos.

El marqués y su mujer
Contentos quedan los dos;
Ella se fué á ver á Dios
Y á él le vino Dios á ver.


La berza y la caldera.

Decia un exajerador:

— He visto en Murcia una berza tan grande que á su sombra descansaban, durante la siesta, varias cuadrillas de segadores.

— Yo, contestaba otro que lo oia, he visto hacer una caldera tan colosal, que dentro de ella trabajaban cien jornaleros, y de uno á otro no se oian los martillazos.

— Hombre, esa es grilla, dijo el de la berza. ¿Con qué objeto podían hacer una caldera tan disforme?

— Con el de cocer la berza que vio V. en Murcia.


La suegra y la nuera.

Mi señora doña Estefanía, á los treinta y cinco años tenia un hijo casado con una joven de diez y seis, modesta y rica, pero de poca gracia.

Doña Estefanía había sido y era elegante y hermosa, de mucha gracia y de mucha sal, y á pesar de que se hallaba en vísperas de ser abuela, á toda costa quería conservar la superioridad de que había estado en posesión mucho tiempo, mirando