porque habiendo sido elegido posteriormente censor, privó á aquel valiente soldado de su caballo, cosa de mucho deshonor entre los romanos, diciéndole así:
— Te atreviste á saquear á Cartago antes que yo, y castigo tu atrevimiento de este modo.
Ya no eres caballero.
Hoy dia sucede cabalmente lo contrario, por que en general los caballeros son los que no tienen caballo.
El marqués y su mujer
Contentos quedan los dos;
Ella se fué á ver á Dios
Y á él le vino Dios á ver.
Decia un exajerador:
— He visto en Murcia una berza tan grande que á su sombra descansaban, durante la siesta, varias cuadrillas de segadores.
— Yo, contestaba otro que lo oia, he visto hacer una caldera tan colosal, que dentro de ella trabajaban cien jornaleros, y de uno á otro no se oian los martillazos.
— Hombre, esa es grilla, dijo el de la berza. ¿Con qué objeto podían hacer una caldera tan disforme?
— Con el de cocer la berza que vio V. en Murcia.
Mi señora doña Estefanía, á los treinta y cinco años tenia un hijo casado con una joven de diez y seis, modesta y rica, pero de poca gracia.
Doña Estefanía había sido y era elegante y hermosa, de mucha gracia y de mucha sal, y á pesar de que se hallaba en vísperas de ser abuela, á toda costa quería conservar la superioridad de que había estado en posesión mucho tiempo, mirando