escesivo, porque se moria de hambre. El infeliz, tentado por el diablo, habia conseguido escamotear un par de huevos al hermano cocinero, y solo en su cuarto esperaba con ansia que todos se durmieran para darse con ellos una buena noche.
Efectivamente, apenas dieron las doce dejó de mirar los libros en que aparentaba leer, tomó su par de huevos y se dispuso á prepararlos con el aceite que habia economizado. Como no tenia otro fuego que la luz del belon, necesitaba mucho tiempo para freirlos en la cazuela, y así hubo por necesidad de servirse de un cucurucho, ó mejor caja de papel sencillo, en la que echó el aceite, y poniéndola encima de la luz principió su operación cocinera con gran desembarazo.
Por desgracia, cuando estaba dándoles la última vuelta en aquella sartén improvisada, el maestro de novicios, que habia oido el ruido del aceite, abrió la puerta, entró y lo cogió con el hurto en las manos.
El pobre novicio no tuvo otro remedio que confesar de plano todo su delito.
— Pero infeliz, dijo el maestro después de reprenderle, ¿quién le ha sugerido á V. una idea semeiante? ¿quién ha enseñado á V. á freir los huevos de ese modo?
— Padre maestro, el diablo es el que me ha sugerido esa idea y el que me ha enseñado el modo de hacerlo.
— Mientes, dijo el diablo, que estaba escondido debajo de la mesa, porque solo un novicio era capaz de invención semejante, y no sabia yo hasta ahora, siendo diablo, que se pudiesen freir huevos en una cuartilla de papel.
Se fué á confesar un prestamista, y le preguntó el confesor: