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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 49

Llegó, triste y macilenta,
A dar al hidalgo cuenta
De aquel fracaso afligida.

Y él la dijo: por usté
Lo siento mas que por mi;
Pues si en efecto perdí
La camisa, á buena fé

Que V. no teniendo, es llano,
Conmigo ya mas que hacer,
Desde ahora, por perder
Ha perdido el parroquiano.


Un gran pensamiento.

Decia un buen hombre: — Querria conocer un pais en el que no se muriera jamás, porque de seguro me iba allí derecho á concluir mis dias.


Pensamiento ingenioso.

— Yo no sé, decia un mozo de cordel, que en parte alguna pasen cosas tan raras como las que pasan en el mundo.


La pregunta escusada.

Un maestro de escuela, á quien un sobrino suyo habia robado un escelente bacalao de Escocia, reprendía al jóven diciendo:

— ¿Qué mereces por un atrevimiento semejante? di, ¿qué mereces?

— ¿Qué he de merecer, tío? Después de haber comido tanto bacalao que me dé V. un vaso de vino.


Los doce pares de Francia.

Entró un labrador de pueblo, hace algunos años, en una librería de la capital de su provincia, preguntando el precio de Los doce pares de Francia, que le habia mandado comprar el boticario su vecino.