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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 77


— Dígame V., amigo; ¿podré entrar én Madrid?

Ei interpelado se paró, examinó de arriba á abajo al caballero, que no era mal mozo, y le dijo después:

— ¡Pues no ha de entrar V., señor, si la puerta es tan grande, que entra desahogadamente por ella un carro de paja!


Adivinanzas.

17 — ¿Qué es aquello que á un mismo tiempo y por un mismo acto se acorta y se alarga?

18 — Mientras uno escribe lo que quiere en una habitación separada y en la lengua que mejor le plazca, ¿es posible que en distinta habitación, sin verlo ni oirlo escriba otro lo mismo con las mismas palabras?

19 — ¿En qué pueblo los naturales son hijos de Grandes de España?

20 — ¿En qué tierra las casas que habitan los hombres están metidas en cajas?


El reloj gusano.

Un comisionista de lanas, que recorría los pueblos de la Sierra, tuvo la desgracia de perder en el camino su reloj de plata, que era por cierto de la pomposa magnitud de una cebolla.

Echólo de menos, quizá por el peso, y resolvió volver pies atrás para buscarlo, pero sin ningún resultado.

En el camino encontró á un pastor y le dijo:

— Buen hombre, ¿ha visto V. por casualidad un reloj de plata que acabo de perder?

— ¡Reloj! ¿como el de la torre? no, señor; no lo he visto.

— No era como el de la torre, sino mucho mas pequeño, y lo he debido perder por aquí.

— ¿Sabe cantar?