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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 79


suyo, tontos de capirote ambos á dos, sin llevarse ventaja.

Iban rellenos de lo tinto; el caballero sobre un fuerte macho, y con una inclinación á dormir, que no admitia objeciones.

— Oye, Perico, dijo al criado, me duermo; pero tú, que no puedes hacer lo mismo, me avisarás cuando pasemos por el despeñadero de la venta, no sea que me rompa la crisma.

El amo se durmió, y anda que andarás pasaron el despeñadero, sin despertarse el amo ni acordarse el criado de despertarle. Una hora después se incorporó el tocinero.

— ¡Perico!

— Señor.

— ¿Cuándo llegamos al peligro?

— Ya lo hemos pasado.

— ¡Cómo! ¿y no me avisaste? ¡Ah miserable! si acierto á caer y me mato, ¡por vida de mi abuelo! que te hago desollar.

— Sí, bien lo creo, contestó el criado; pero si V. me hubiera hecho desollar, yo después hubiera pedido mis salarios, y no seria Perico el que le sirviese mas.

Sí; sed tontos y lámeos el dedo.


Enigmas.

11.

No serás mala cabeza
si aciertas qué cosa es
la que tiene en sí estas tres;
pensamiento, sutileza,
y la memoria después.

12.

¿Quién es el engendrador
que en esto acompaña al hombre,