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grabado representa en el acto de desaparecer en los profundos senos del Océano, ha venido á aumentar el triste catálogo de siniestros que conmemora el registro del Lloyd con la impasibilidad propia del estadista; pero que viene á confirmar nuevamente la razón con que los antiguos decían que tuvo corazón de triplicado bronce el primero que so lanzó en una nave á ser, juguete de las incontrastables olas. Aunque los detalles de estas tragedias marítimas son diversos en cada caso, siempre hay en ellas una cosa común digna de admiracion, y es el valor, la heroicidad y la resignacion de que dan pruebas los náufragos en aquellos momentos terribles, en que parece que la fuerza de los caracteres se centuplica, y la certeza del peligro iguala en energía á los mas pusilánimes y débiles.

El reciente naufragio ha ofrecido variedad de accidentes, y no menores pruebas de esa serenidad propia del carácter de los ingleses. Combatido el Hibernia por terribles y espantosos huracanes en su viaje desde Nueva York á Glasgow, se vio inundado, por las olas, y espuesto á una catástrofe inminente, cuando se hallaba á distancia de 700 millas del Poniente de Irlanda. Todos los recursos posibles de salvación se habian intentado sin éxito, y con el mayor orden, bajo la entendida dirección de su capitan Munro. Cuando éste dio la orden ele preparar las botes salva-vidas, ya el vapor iba hundiéndose rápidamente, sin que tan critica situación hubiese influido en desconcertar el ánimo de cerca de doscientos pasajeros que se encontraban á bordo, los cuales se portaron admirablemente segun confesión del capitán, ayudando los infatigables marineros en sus múltiples y penosas maniobras.

Dispuestos los botes entre las dificultades y peligros que las agitadas olas oponían, como pueden ver nuestros lectores en el grabado, pintura exacta hecha por uno de los sobrevivientes á aquella catástrofe, el capitán dispuso que las señoras se distribuyesen en la proporción debida en los cuatro botes de que disponían. Esta operación se verificó amarrándolas por la cintura con cuerdas y en medio del mayor silencio, aunque todos tenían por cierto, que confiarse á aquellas barquillas á tanta distancia de la tierra, era como entregarse en brazos de la muerte. Este es uno de los episodios extraños de la tragedia del Hibernia, porque el instinto de la propia conservación, exaltado á la proximidad de un gran peligro, suele ofrecer escenas dolorosas de excitación y lucha en casos semejantes.

Cada bote fue provisto con las municiones que se

EL GENERAL DON ANTONIO CABALLERO DE RODAS.


MÉJICO.— VISTA GENERAL DE GUANAJUATO, TERRITORIO DE SUS MAS AFAMADAS MINAS.