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te, creyéndose que muy pronto quedarán terminados.

Con motivo de la prisión de Mr. Train, hecha en Inglaterra por sospechas de. fenianismo, hay temores de que surja un conflicto entre aquella nación y los Estados-Unidos. El preso, hoy en libertad á consecuencia de reclamaciones del representante anglo-americano, es ó era corresponsal de un periódico de Nueva-York, y pide ahora que se le indemnice por la prisión de unos dias, con 100,000 libras esterlinas. Muy sagrada es ciertamente la seguridad individual, y en este sentido siempre nos parecerán pocas cuantas leyes se hagan y cuantas precauciones y medidas se adopten para que no sea atropellada; pero por lo mismo que nos merece tanto respeto, no quisiéramos verla convertida en objeto de grangería y de especulación. La suma pedida por Mr. Train nos parece algo fuerte.

Escriben de Londres, que mas de 150 sacerdotes del condado de Limerick han firmado un documento censurando severamente la conducta del gobierno inglés en Irlanda, y pidiendo un parlamento distinto para su pais, lo cual ha producido gran indignación entre los ingleses, que ven en esto una tendencia á proteger y fomentar el fenianismo.

El Times publica un despacho telegráfico de Viena, diciendo que Rusia no hará la guerra en Oriente por falta de dinero y de armas.

Se acredita el rumor de la abdicación del gran duque de Badén y de la anexión de sus Estados á Prusia.

Berlín y Viena se van poniendo á partir un piñón, ó no es cierto que el barón de Beust y Bismarck están decididos á llevar á cabo la alianza de los dos países.

El Perú está en plena insurrección contra el gobierno del presidente Prado; la república de Colombia anda también revuelta, y en Washington la Cámara ha adoptado una resolución escitando á interceder con la reina Victoria en favor de los fenianos del Canadá, adoptándose algunas otras encaminadas á asegurar los derechos de los ciudadanos americanos residentes en el estranjero.

En todas partes cuecen habas, y en París a calderadas. A consecuencia de una brutal apuesta entre un carromatero y un amigo suyo, á que aquel haría pasar sobre el Sena helado un carruage cargado de hierro, han perecido ahogadas veinte y ocho personas que habían acudido á prestar ayuda ál carromatero para que sacase una de las ruedas del carruaje hundida en un hueco que formaba el hielo en mitad del rio.

Y vaya de inventos. De dos ha dado cuenta estos dias la prensa estranjera. El uno sirve para matar, el otro para evitar la muerte en ciertos casos. Débese el primero á una comisión militar prusiana que ha resuello el problema de la fabricación de obuses rayados. ¡Buen provecho! El segundo, preocupa vivamente á la Academia de Medicina y Cirugía de París, y es nada menos que el descubrimiento del medio de curar á los atacados de la rabia, inoculando el virus de la víbora. Falta hacia, porque hay muchos hidrófobos á quienes, sin embargo, no ha mordido,que sepamos perro alguno, y que presentan iguales síntomas, corregidos y aumentados.

La Academia de la Historia da muestras de vitalidad. La comision de traducciones arábigas se halla á punto de terminar curiosos é interesantes trabajos relativos á la dominación de los árabes y moros en la península; en breve terminará también la publicación del testo del precioso manuscrito Ajbar Machumá, traducido, según nuestras noticias, por don Emilio Lafuente Alcántara: á esta obra seguirán los Anales de Ben Alcistia, en cuya versión se ocupa el orientalista señor Gayangos, y él códice Holal Almauxia, el cual está á cargo del señor Moreno Nieto, personas de cuya erudición y competencia debe esperarse mucho en estas tareas, importantísimas para el esclarecimiento de la historia patria.

Ya han dado principio las sesiones del Ateneo científico y literario de esta córte, inauguradas por el señor Figuerola con un notable discurso que fue recibído con unánime aplauso de la escogida concurrencia que llenaba el salón. Igualmente son objeto de merecidas distinciones los señores don José Fernandez Giménez, don Segismundo Moret y Pendergast y don Antonio Fabié, únicos á quienes hasta ahora hemos oido, esplicando respectivamente el arte hispano mahometano, consideraciones históricas acerca de los hacendistas mas notables de la Europa moderna, y la historia del derecho público en Inglaterra.

Las representaciones del drama Shéridan, concienzudo arreglo hecho por el señor Retes, y en el que el poeta español ha puesto no poco de su propio caudal para ofrecerá! publico una obra que no se confunda con las que todos los dias someten su tolerancia á duras pruebas, han seguido por espacio de muchas noches, y creemos habrán proporcionado á la empresa buenas utilidades.

Por la revista y la parte no firmada de este número,

Ventura Ruiz Aguilera.


CUADROS DE LA NATURALEZA.

LA TEMPESTAD.

Por donde quiera que dirijamos nuestras miradas encontraremos numerosas pruebas de la bondad infinita de Dios, de su poder eterno, de nuestra miserable debilidad. Si en el silencio de la noche elevamos nuestros ojos al cielo; si al asomar el alba los dirigimos al Oriente, si al tocar el sol en el meridiano reflexionamos sobre lo que Dios es, y sobre lo que nosotros somos, en esas miríadas de estrellas, colgadas en la inmensidad del espacio, mundos que constantemente giran sobre nuestras cabezas en órbitas que la mano del Eterno les señaló; en ese sol, centro de nuestro sistema planetario, cuyos rayos, reflejándose en las nubes, producen los mil cambiantes del iris; en esas ráfagas de luz, cuyos torrentes son la fuerza vivificante del mundo; en todas, y en cada una de estas mil encantadas armonías, en todos, y encada uno de los fenómenos que, sucesivamente daremos á conocer, encontramos señalado con caracteres indelebles el nombre del Omnipotente.

Las causas mas pequeñas toman en sus manos las mas colosales dimensiones, y prueban de una manera irrecusable, al mismo tiempo que su existencia divina, la sumisión de esa poderosa naturaleza, que sólo es el instrumento de su poder inmenso.

Mirad sino aquella ligera nubecilla, blanco copo de lana que cual ligera gaviota surca el espacio, impulsada por los vientos del Mediodía. Era en un principio un punto imperceptible, perdido en la inmensidad; las fuerzas ocultas é ignoradas de la naturaleza, la fueron engrandeciendo, y su rizada superficie, antes tranquila y pacífica como la edad purísima de la inocencia, va trocándose poco á poco, hasta tomar un color mas ó menos oscuro, como es oscura el alma de los réprobos. Mirad como por instantes la azúlada bóveda de los cielos se cubre de negras y opacas nubes que, derivándose de la primera, proyectan mil fantásticas figuras; las puertas de la eternidad se abren; los huracanes comienzan á gemir, y arrastrándose por la superficie de la tierra, talan todo cuanto encuentran a su paso; el orgulloso cedro y la robusta encina que durante algunos siglos desafiaron la cólera de los elementos, son esta vez, arrancados y llevados en su furia, como débiles aristas.

Ya avanzan en cerrado escuadrón las sombras de la noche, y dentro de poco reinará el caos sobre la materia. Zumbarán los vientos, y la naturaleza toda gemirá agoviada bajo el peso del infortunio; llorarán los árboles con dolientes gemidos; las rocas repetirán de monte en monte los lamentos de los árboles; resonarán en los valles mil gritos inarticulados y quejumbrosos; las aves volaran confusas buscando abrigo en las grietas de las enriscadas cumbres de las rocas; graznará lúgubremente la corneja, presintiendo la revolución que se va á operar en el espacio; el águila caudal, que antes se elevaba hasta las nubes, huirá ahora de ellas hasta tocar con sus alas la superficie de la tierra ; el león rugirá sordamente en el desierto, y en las concavidades del Atlas resonará el lastimoso rujido del tigre.

Y el rey de la creación, el hombre, ganará afanoso el seguro asilo de su morada para ponerse á cubierto de la tormenta; el sencillo pastor, que en el silencio religioso de los campos apacienta sus ganados, dirigirá su aprisco hácia el redil vecino ; hasta la tímida oveja, demostrará presentir con sus balidos la gran catástrofe que amenaza. Y en medio de tanto temor y abatimiento, y sobre tanto pavor y espanto, y cerniéndose sobre la tierra estremecida, entre el bramido de los huracanes, y el ronco rodar del trueno que retumba en el espacio infinito, mil exhalaciones iluminarán fatídicamente los cielos. Ante tan maravillosos fenómenos; en presencia de inmensos bosques que arden incendiados por el rayo; á la vista de esas grandes y vírgenes selvas del Nuevo Mundo, allí, donde nunca habitaron sino el bisonte y la gacela, que huyen del voraz elemento; contemplando este mar de fuego, cuyas olas encendidas recorren leguas y leguas; ante razas enteras de animales que buscan otra morada mas segura; ante estos terribles episodios escritos en las elocuentes páginas del libro vivo de la naturaleza, ¿quién, decidme, piensa en las leyes naturales con que los sabios procuran esplicarlo todo? ¿Quién entonces se pára á pensar en las diversas formas de cirros, estratos, cúmulos y nimbos que las uubes adoptan? ¿Quién, entonces, se acuerda de la electricidad positiva y negativa, ni de la rarefacción del aire, ni de los cuerpos buenos y malos conductores?

En presencia de tantos riesgos como corre la vida, nadie se acuerda del remedio. El alma atribulada, sólo Ídensa en que, tras esas nubes opacas que oscurecen a luz y ocultan las estrellas, hay un Sér ignorado, eterno é infinito, que dispone á su antojo de los elementos, que manda á las nubes que le sirven de refulgente trono de gloria, á cuya voz obedece el rayo, é impone su voluntad al universo. El hombre, sobrecogido de espanto, poseído de un temor respetuoso, rodeado de un profundo silencio, piensa acaso en lo que no pensó nunca, en la instabilidad de esta vida, en la grandeza de Dios, en su poder infinito, y tal vez en esos momentos en que la vida pende de un hilo que, el menor soplo puede romper, se acuerda de su buena ó mala conducta, y del lamentable estravío á que se dejó conducir por sus pasiones. Tal vez en esos momentos de angustia, se levanta de su lecho de inercia el grito poderoso de la conciencia, evocando recuerdos que acongojan y enlutan el corazón, como la misma tormenta.

Y estos no son sino los presagios de un fenómeno que admiramos con harta frecuencia.

Pero cuando ya los huracanes abandonan los antros en que dormían; cuando los elementos se entrechocan, y el mar se eleva hasta las nubes, y éstas bajan á juntarse con las espumosas gigantes montañas del Océano; cuando próximos á desbordarse los mares, saltando de sus profundos lechos, entonces, allá en sus perdidos horizontes, en la misma inmensidad, un débil cárabo africano, ó la ligera vela latina, ó el poderoso buque de. hélice corren abandonados á impulsos de las corrientes, allí y sólo allí, se manifiestan en toda su intensidad los efectos de esta gran catástrofe. ¡Cómo entonces, entre el zumbido espantoso del huracán que quiebra como cañas los mástiles mas robustos, y dobla las gávias y palos de mesana, y hace nudos las cuerdas, y trizas las hinchadas y blancas lonas; cómo entonces, cuando el barco camina de popa á proa, ó viceversa; cuando, merced á los furiosos golpes de mar, se inclina sobre la banda de babor o de estribor, haciendo agua por todas partes, para cuya extinción no bastan todas las bombas, ni los brazos de toda la chusma; cómo entonces se oye la voz desesperante del arrojarlo capitán mandando las maniobras, el pito del contramaestre que marca los ejercicios, y el cañonazo que en aquellas soledades inmensas pide socorro!

Y cuando ya en lo humano las esperanzas son nulas, y el hombre confiesa su limitación é impotencia, delante de un abismo sin fondo que se abre á sus pies, de entre el rumor embravecido de las olas se levanta y oye en los espacios un himno de penetrante súplica, una salve á Nuestra Señora de Begoña, luz y amparo, tranquilo puerto de los marineros españoles!!

¡Seres incrédulos para quienes no existe sino el acaso, obrando como fuerza ciega en la naturaleza, anonadaos ante esta prueba tan palpable de la existencia de Dios, y admirad su poder y su sabiduría!

Esos hombres que vimos poco há juguete de las olas, tienen el rostro curtido por el ardiente sol de los trópicos; han cruzado el Océano en todas direcciones; han arribado á toda clase de costas, desde las civilizadas playas de la opulenta Albion, hasta las riberas inhospitalarias de los pueblos hiperbóreos; han doblado todos los cabos, y surcado todos los Estrechos; y familiarizados con el gran charco, las necesidades de una mujer sencilla y virtuosa y unos hijos pequeños que dejaron en la orilla, les llevaron una vez y otra, y ciento, á parajes ignorados, buscando el pan de cada dia. Esta vida sembrada de azares v peligros; estos continuos vaivenes de la fortuna, a veces tan bruscos como los de la débil quilla que les sustenta, les han hecho insensibles á todo lo que no sea el abismo que miran á sus plantas. Acaso el asalto al abordage en las profundas tinieblas de la noche, los naufragios imprevistos, los escollos mas ocultos, los mas traidores bancos de arena, les han familiarizado con la muerte hasta el punto de no mostrar anego á la vida. Pero miradlos en estos momentos de dolor y agonía; miradlos en esta noche tormentosa, al resplandor siniestro del rayo, cuando desatadas todas las fuerzas de la naturaleza, parece como que el mundo todo se desquicia, saltando de sus naturales diques, para romperse en el piélago infinito del no sér; miradlos perdidos, sin norte, sin guia, en aquellos desiertos irritados de unos mares desconocidos; miradlos, y veréis postrados sobre cubierta, hombres cuyas frentes no abatieron nunca los rigores de la suerte mas adversa; hombres que acaso pasaron los mejores y mas floridos años de su vida entre los impuros vapores de un barco negrero y las inmundas Dacanalos de la ginebra y el rom, y oid sus tiernas súplicas, y los sinceros ofrecimientos de piadosas peregrinaciones. Y esto lo hacen del mismo modo los débiles que los fuertes, los esperimentados que los bisónos, los sabios que los ignorantes.

¡Ah! ¡Es que allí, entre aquel caos de muerte que se ofrece por todas partes, entre el imponente estrépito de las olas, en el seno de aquella bravia naturaleza, se alza en todo lo que tiene de grande, en todo lo que tiene de sublime la imagen del Eterno!! ¡Es que. allí, abandonado el hombre á sus solas fuerzas, se muestra cuan grande es su ciencia, sí, cuan grande su destreza; pero mucho mas grande su insensatez y su locura, y sobre todas estas grandezas, la grandeza de Dios Omnipotente, con todos sus divinos atributos!!

Colon, el prototipo de los navegantes por su audacia y su saber, Colon mismo, imploró muchas veces la ayuda del cielo, y vestido con la túnica de romero, peregrinó piadosamente después de sus naufragios. También las tempestades doblegaron muchas veces aquella alma amaestrada en las contradicciones y en