Página:El príncipe de Maquiavelo (1854).pdf/93

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
93
Y ANTI-MAQUIAVELO.

La Polonia nos presenta ejemplos vivos de esta venalidad. Allí se trafica tan descaradamente con el trono, que no parece sinó que la corona se compra y vende en el mercado público. La liberalidad del candidato vence toda clase de oposicion. Las familias mas nobles y poderosas del pais se venden por un empleo lucrativo o por un cargo elevado; y como los hombres suelen tener escasa la memoria, tratándose de beneficios recibidos, el príncipe se ve con frecuencia obligado a repetir sus dones. En una palabra, el pueblo polaco es como el tonel sin fondo de las Danaidas: por mucho oro que en él derrame un roy jeneroso nunca logrará verlo lleno. Esta necesidad absoluta en que se vé el rey de Polonia de prodigar favores, exije que reserve prudentemente sus recursos para aquellas ocasiones en que la seguridad de su trono le prescriba ser liberal.

La tercera cuestion de Maquiavelo estriba en saber si el príncipe debe mantener la union y buena armonía entre sus subditos, o sembrar entre ellos la discordia. Esta cuestion afecta principalmente la seguridad del príncipe hereditario, y sin duda sería muy digna de ocupar la atencion de los hombres políticos de Florencia en tiempo de los antecesores de Maquiavelo; pero hoy dia no creo que haya un estadista que se atreva a discutirla públicamente sin suavizar al menos la dureza de los términos. Por mi parte, la mejor respuesta que puedo dar a Maquiavelo es recordarle el injenipso apólogo con cuya narracion consiguió Agrippa restablecer la buena armonía entre los ciudadanos romanos [1]. Debo decir, sin embargo, que es conveniente en las repúblicas alimentar las rivalidades de las familias poderosas, porque, si los partidos no se vijilan unos a otros, la forma de gobierno dejenerará en monarquía.

Algunos príncipes creen que la desunion de sus ministros es una garantía del buen desempeño de sus cargos respectivos, porque los hombres que se odian reciprocamente viven siempre sobre aviso, se delatan unos a otros, y no pueden facilmente engañar al soberano. Pero, si bien es cierto que los odios producen este efecto, tambien suelen tener resultados muy peligrosos; porque en vez de obrar de acuerdo y cooperar al buen servicio público, los ministros se ocuparán de preferencia en hostilizarse mutuamente, contradiciéndose y estorbándose unos a otros en el ejercicio del mando, y confundiendo asi el interes del príncipe y el bienestar de los pueblos con sus cuestiones personales. Nada, pues, contribuye mas a la fuerza y a la prosperidad de una monarquía que la union íntima e inseparable de todos sus miembros; y a esto deben dirijirse los esfuerzos de un buen príncipe.

Esta misma solucion puede aplicarse al cuarto problema de Maquiavelo, en el cual examina si el príncipe debe suscitarse enemigos para tener el gusto de vencerlos, y si debe tratar de granjearse la amistad de todos. El que se suscita enemigos faciles de combatir es como el que fabrica un fantasma de trapo para procurarse el placer de derribarlo; mucho mas natural, mas razonable y mas humano es captarse voluntades en el campo enemigo. ¡Dichosos los príncipes que conocen las dulzuras de la mistad, y mas dichosos aun los que merecen el amor de sus pueblos!

La quinta y última cuestion de Maquiavelo es: si el soberano debe tener castillos y fortalezas, o si debe derribarlas por inutiles. Por lo que toca a los príncipes pequeños, ya he dicho mi opinion en el capítulo X; ahora trataré de averiguar lo que interesa a los reyes.

En el siglo de Maquiavelo el mundo se hallaba en continua efervescencia; en todas partes dominaba el vértigo revolucionario; no se veian mas que tiranos y conspiradores. Las frecuentes revoluciones que nacian naturalmente de

  1. Habiendose retirada los descontentos al monte Sacro, el consul Menérius Agrippa logró atraerlos a la ciudad, contandoles la conocida fábula de los miembros y el estómago.