cándalo, después de todo mediocre, pues en esta capital de la revolución, no hay cosa más vulgar que una princesa destornillada. Lo cual ya es de suyo un triunfo sabrosamente revolucionario. Un destino trascendental en su aparente ligereza, hace que París sea el quebradero de las monarquías, el sitio donde la gente de sangre real viene a exhibir todos los vicios y las bajezas. La compostura y la dignidad han quedado para los plebeyos jacobinos de la re pública. Así también, entre nosotros, no está abajo, en la capa directamente limítrofe, la supervivencia de la indiada.
Los seudo libros principales tienen una importancia indirecta pero grande para el asunto, al comportar dos rebeliones en el seno de esas familias inmóviles de la monarquía, donde, naturalmente, el dogma de obediencia que esa forma de gobierno representa en su plenitud, impera absoluto. Como ejemplo, será indudablemente nefasto para todas las mujeres chifladas de aristocracia, que viven de imitar en las princesas lo más fácil, y vistoso, o sea las malas costumbres; pero dichas damas no merecen una profunda piedad.
Sucede lo mismo con las casas reales, donde todos los sentimientos, empezando