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LEOPOLDO LUGONES

quellos como las bestias de labor, costeando con un máximun de actividad una existencia reducida al mínimun de las satisfacciones puramente orgánicas, para que los otros, los privilegiados, gocen correlativamente hasta un exceso nunca visto. Y la mujer ha caído víctimna de esta fatalidad, como que al no existir hogar, creencias ni esperanzas, su divina misión de fecundidad y de consuelo, concluye sobre la tierra.

He aquí otro de los grandes crímenes del orden que los gobiernos representan, pues aquél consiste, como es sabido, en el sostén de los privilegios cuya subsistencia determina la constitución de la sociedad actual. La mujer arrojada de su paraíso conviértese en el elemento de disolución y de dolor que preveía la terrible leyenda; entonces el demonio del orden, monstruo de egoísmo, como que es la expresión y el guardián celoso de aquella calamidad, castiga en la pobre extraviada las consecuencias de su propio crímen. La encarcela y martiriza en esta Inglaterra de los gentlemen, en esta tierra de libertad, en esta patria de aquel único William Shakespeare, la cuya dulce magia eternizáronse en belleza el amor y la piedad, que personifican como suaves perlas de dolor Desdémonas y Julietas.