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El capitán respondió con dignidad:

— Señora, cumplo con mi deber.

¡Y, por lo visto, su deber es despojarnos!

— Mi deber es recoger todas las piezas de convicción necesarias al proceso de Hadgi—Stavros.

—¿Luego lo van a juzgar?

En cuanto lo cojamos.

145 — Me parece que nuestras joyas y nuestro dinero no servirán de nada, y que tienen ustedes suficientes razones para hacerle ahorcar. Ante todo, ha de tenido a dos inglesas: ¿qué más se necesita?

Es preciso, señora, observar las formas de la justicia.

— Pero, querido señor, entre los objetos que usted me pide hay algunos que me interesan mucho.

—Razón de más, señora, para confiármelos.

Pero sin mi reloj no sabré nunca...

—Señora, siempre será para mi un honor decirle qué hora es.

Mary—Ann hizo observar a su vez que le repugnaba abandonar sus pendientes.

—Señorita—replicó el galante capitán—, usted es lo bastante bella para no necesitar de adornos. Mejor podrá usted prescindir de las joyas que las joyas de usted.

— Es usted muy amable, caballero; pero mi neceser de plata es para mi una cosa indispensable. No podria pasarme sin él.

—Tiene usted mil veces razón, señorita. Por eso le suplico que no insista en este punto. No aumente usted el sentimiento que tengo de despojar legalEL REY DE LAS MONTAÑAS 10