Página:El rey de las montañas (1919).pdf/156

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
152
 

te, y mi calabozo quedó iluminado como por un rayo de sol. Pero, cinco minutos más tarde, el cabo vino a relevar a los centinelas. ¡llacia justamente dos horas que estaba preso! El dia me pareció largo; la noche, eterna. El capitán se habia adjudicado al mismo tiempo mi cuarto y mi cama, y la roca que me servia de lecho no era, ciertamente, tan blanda como la pluma. Una llovizna penetrante como un ácido me hizo sentir cruelmente que las tejas son un útil invento y que los tejeros prestan verdaderos servicios a la sociedad. Si a veces, a pesar de los rigores del cielo, conseguia dormirme, el cabo Yanni se encargaba de despertarme al dar la consigna. En fin, ¿he de decirselo? Despierto y dormido creia ver a Mary—Ann y a su respetable madre estrechar las manos de su libertador. ¡Ah, señor, cómo principié a hacer justicia al buen Rey de las montañas! ¡Cómo retiré las maldiciones que habia lanzado contra él!

¡Cómo eché de menos su gobierno dulce y paternal!

¡Cómo suspiré por su retorno! ¡Con qué calor lo encomendé en mis oraciones. «¡Dios mio—decia con fervor , concede la victoria a tu servidor HadgiStavros! ¡Haz que ante él caigan todos los soldados del reino! ¡Pon en sus manos la caja y hasta el último escudo de este ejército infernal! ¡Y envianos los bandoleros para que nos veamos libres de los gendarmes!»» Acababa yo esta oración, cuando se escuchó en medio del campo un fuego graneado. Esta sorpresa se renovó varias veces en el curso, del día y de la noche siguiente. Era otra martingala del señor Pe-